Habiendo transcurrido unos días del regreso a las aulas, nos encontramos con realidades disímiles en todas las escuelas.
Vivimos una situación atípica, donde se evita la circulación masiva de los estudiantes y familias que concurren a los establecimientos. Hoy los protocolos de regreso están activos y vivos, se modifican día a día; por ende surgen muchos interrogantes ¿Qué sucede si un estudiante se contagia de COVID-19? ¿Cómo aborda la familia esta situación? ¿Realmente se cumplen los protocolos en las escuelas? ¿Quién fiscaliza esto?
¿Cómo nos interpelan las cuestiones emocionales en la escuela?
Para comprender la vuelta a las aulas es imperioso entender que todos debemos ser factores de cambio ante esta realidad que vivimos. Así, paulatinamente podemos ir retornando a las instituciones evitando situaciones traumáticas. Por un lado, no olvidemos que los tiempos vividos en cuarentena han sido muy positivos en cierta medida, ya que niños y adolescentes vivenciaron tiempos efectivos con sus familias, tiempos que en la normalidad son mucho más acotados. Por el otro, tengamos presente que los niños y adolescentes vienen de un año de no concurrencia a las instituciones, con hábitos y rutinas que han perdido y está en la mano de los docentes y las familias acompañar ese tránsito de la mejor manera posible.
El contacto entre los estudiantes y los docentes siempre resulta positivo, ya que somos seres sociales y en la medida en que los primeros concurren a las instituciones escolares van generando un mayor capital cultural y cognitivo, sin olvidar las habilidades y capacidades tanto físicas como motrices, de comunicación, de trabajo colaborativo, pensamiento crítico, habilidades socioemocionales, de relación con el otro, de superación de obstáculos y resolución de situaciones problemáticas de la vida cotidiana y escolar.
Entonces como padres y docentes debemos ver qué les sucede a estos niños y adolescentes, teniendo presente que se están normalizando algunas cuestiones a las que antes no estaban acostumbrados. La nueva normalidad nos presenta un distanciamiento que es difícil de llevar a cabo en las escuelas, la cercanía les es necesaria y es donde debemos hacerles comprender que la prudencia es importante, pero inevitablemente se necesita el apoyo de todos los adultos significativos.
Retomando la idea de la implementación de los protocolos, no debemos olvidar la importancia de que se piense, dentro de las escuelas en un protocolo emocional propio. Desde de la calma, la tranquilidad y la confianza, se pueden minimizar las ansiedades que provoca el ir a la institución educativa. Un Protocolo Emocional que favorezca el trabajo de las inseguridades y miedos que tienen los estudiantes, docentes y familias, para poder relacionarse con los nuevos parámetros desde una Pedagogía del Cuidado. A su vez es imperioso que en cada institución escolar se prevean planes de contingencia ante situaciones como la transitada a raíz del COVID -19, pudiendo establecer así pautas claras a seguir en la organización de toda la institución, asegurando la disposición del cuerpo docente, la comunicación efectiva con las familias y las competencias digitales de todos los actores educativos.
En el Nivel Inicial y Primario, se prioriza el currículum significativo y conectado a la realidad de cada escuela en el contexto que se atraviesa, es por ello que se intenta desde diversas gestiones la aplicabilidad a los intereses de los alumnos, sus ritmos de aprendizaje, el trabajo colaborativo y la inclusión de la tecnología. Las formas de evaluar deben ir adaptándose y modificándose hacia una mirada integral del aprendizaje como proceso educativo sostenido en un período de tiempo. Es por ello que la Unidad Pedagógica y acompañamiento del docente permite el seguimiento pormenorizado de cada estudiante, teniendo presente los factores antes expuestos.
En el Nivel Secundario, en algunas instituciones educativas, se implementó la fusión de espacios curriculares denominado “Taller”, para profundizar de esta manera la relación de conocimientos de distintas disciplinas, intentando que las situaciones de aprendizaje sean de mayor aplicabilidad a la vida cotidiana. Es un cambio profundo a llevar a cabo por el plantel docente, ya que no solo es cambiar una carátula que englobe a tres espacios curriculares, sino ir enseñando y aprendiendo desde el saber, el saber hacer y el saber ser, o sea dejando de lado fórmulas de antaño para reflotar el trabajo por competencias.
Implica al principio un mayor esfuerzo por parte de los docentes, ya que es necesario el trabajo colaborativo, así como también abandonar el aprendizaje compartimentado y fuera de época en muchas ocasiones, para así revisar las propias prácticas pedagógicas y las diversas herramientas metodológicas con las que contamos hoy, desde el aprendizaje por proyectos, el aprendizaje basado en problemas, el aprendizaje cooperativo, el aula invertida entre otros.
La formación de los futuros docentes atraviesa cambios más que importantes desde la extensión del cursado del profesorado de Educación Inicial y del profesorado de Educación Primaria a cuatro años de duración, donde se hace un fuerte hincapié en la Práctica docente y las didácticas específicas. De acuerdo a lo acontecido es necesario revisar las modalidades de cursado, la implementación de nuevos formatos y la inclusión de herramientas efectivas que puedan brindar procesos de enseñanza-aprendizaje coherentes a nuestros tiempos.
Hoy, debemos adecuarnos al nuevo modelo de enseñanza que queremos implementar y así modernizar la profesión docente para gestar la innovación, evaluación, investigación y didáctica para así desarrollar capacidades cognitivas, sociales y emocionales que favorezcan un nuevo perfil de profesores como trabajadores del conocimiento, incluyendo a la tecnología como un factor clave en la Educación Post pandemia.
*Lic. Cruz Alvarez
ISFD Instituto Parroquial Nuestra Señora de Fátima