Sumado a la incertidumbre y ansiedad general, como docentes y equipos directivos tenemos, respectivamente, dos grandes desafíos en el marco de la cuarentena obligatoria y la suspensión de las clases: enseñarle a estudiantes en una modalidad a distancia, y acompañar a docentes en esta hazaña sin precedente.
Esta nota se propone acercar y compartir algunas reflexiones de lo vivido estos días por varios y varias docentes del país, en diferentes niveles y áreas, para generar mejores prácticas educativas en épocas de educación virtual.
1. Los encuentros virtuales no deben intentar reemplazar a los encuentros presenciales
Tal vez parece una obviedad decirlo, pero la interacción que se da dentro de la escuela entre un/a docente y su curso es irremplazable. Sabemos que esta institución funciona no sólo como espacio de contención emocional y de comedor para muchos/as estudiantes, sino también como un lugar donde encuentran el acompañamiento presencial, el abrazo o mimo en la cabeza, la mirada a los ojos para corroborar que se comprendió o no lo explicado, el momento para salir de sus realidades y sumergirse en otros mundos. También sabemos que estas experiencias se pierden, en menor o mayor medida, en una clase virtual, en un intercambio de mails, de whatsapps o en la plataforma de turno.
Podemos llenar la virtualidad de contención y de contenidos, pero el encuentro, el acompañamiento y la calidez aún siguen siendo jurisdicción (casi total) de las clases presenciales.
2. Generar contenidos virtuales lleva mucho más tiempo que generar contenidos presenciales
Este ítem se lo desayunaron muchos/as docentes cuando comenzó a barajarse la idea de convertir todas las clases a la modalidad virtual. “¿Cómo voy a dar las clases planificadas para la semana que viene de forma virtual?”, se preguntaron muchos y muchas. Ante la falta de herramientas, las coordinaciones comenzaron a acercar algunas posibles soluciones que alguna vez escucharon pero que, en muchos casos, jamás implementaron en aulas de primaria o secundaria. Moodle, Google classroom, Edmodo, Zoom, Meet, etcétera, etcétera, etcétera. Para poder sacarles provecho, cada una de estas herramientas llevan tiempo y mañas. Algo que muchos y muchas docentes no tienen porqué poseer.
Generar contenidos virtuales lleva tiempo, requiere de buenas computadoras, buenas cámaras, buenos micrófonos, buena conexión y también, requiere estudiantes con dispositivos que tengan acceso a internet o a datos móviles, que en muchísimos casos no tienen.
Con estas complejidades estamos lidiando hoy en día: ¿cómo generamos contenidos significativos y utilizables para todo un curso? ¿cómo hacemos que estos contenidos o formatos no sean limitantes para las diversas realidades que viven estudiantes y familias en nuestro país?
No hay recetas. Estamos probando y acomodando, pero si hay algo seguro es que a los/as docentes no se les puede exigir que sigan con sus planificaciones, planteadas en febrero, como si hubiese clases presenciales.
3. Estar disponibles virtualmente no quiere decir estar disponible las 24 horas del día los 7 días de la semana
Equipos de coordinación: no envíen comunicaciones después de hora. Nada es tan urgente, respeten y cuiden la salud mental del docente que está inundado/a de mensajes virtuales, por whatsapp, por mail, por foro, por todos lados. Es necesario que puedan desconectar del trabajo como lo hacían cuando salían de la escuela.
Docentes: dejemos muy en claro los horarios y medios de comunicación para evitar audios a las 23 horas de un jueves diciendo: “Seño, ¿me explica la tarea porque no la entendí?”.
4. Es necesario poner horarios fijos de trabajo ¡y cumplirlos!
Se trabaja en el horario escolar estipulado. Se responden consultas en ese horario y lo que no se pudo responder queda para el día siguiente. Recomiendo saludar al conectarse: “¡Hola profes/chicos/as/es! Ya estoy en línea”. Despedirse: “Colegas/estudiantes (o a quien corresponda): en quince minutos me voy a desconectar, les pido que si tienen alguna consulta la hagan ahora o quedará para mañana cuando me vuelva a conectar”.
Pactar y explicitar que el fin de semana no se responde nada, son (o deberían ser) días de descanso para todo el mundo. Seamos prolijos/as y cuidadosos/as con estos pactos para no generar fricciones en los equipos de trabajo.
5. No exigirse de más en estos tiempos que corren
Nada va a salir como lo esperamos. Con esta premisa debemos encarar el día a día. A pesar de eso, haremos lo mejor posible con los recursos y con el tiempo que tengamos para dedicarle a nuestra tarea. Tengamos en claro que un curso no va a ser infinitas veces mejor si nos quedamos hasta las 3 am editando un video que verán -si es que lo hacen- por 15 minutos. Pero a nosotros y nosotras, como educadoras y educadores, sí nos va a cambiar el humor y la lucidez tener un buen descanso y momentos de ocio. Lo que no se llegue a hacer se hará más adelante.
Tampoco es momento de ponernos exigentes con nuestros/as estudiantes que, en muchos casos, se encuentran encerrados en sus casas con diversas realidades familiares y sociales. Tengamos en cuenta que, al igual que nosotras/os, conviven con ansiedades propias de la cuarentena, amenaza viral invisible sumada, muchas veces, al hacinamiento y el abandono. Gran parte del alumnado y del cuerpo docente no posee habitaciones propias donde poder trabajar y concentrarse en silencio para hacer tareas o generar contenidos. Probablemente, mandar 5 tareas a realizar en un día no sea recibido como presencia y contención, sino como una saturación y sumatoria de obligaciones para una cabeza ya agotada.
6. Pensar en cuáles son los mejores modos y canales para comunicarnos
Las comunicaciones con estudiantes y con las familias deben ser muy claras. Debemos recurrir a consignas cortas que dejen todo dicho para que haya la menor confusión posible. Tenemos que explicitar por qué canal van a ser las consultas y el rango horario válido (sobre todo si las comunicaciones son por WhatsApp).
Lo mismo aplica para comunicaciones de la dirección de la escuela para con sus docentes. No hagamos reuniones interminables para decidir, intentemos no dar tantas vueltas, que todo sea más resolutivo y que las tareas y pautas de trabajo sean claras. Debemos hacer el ejercicio de pensar bien qué y cómo lo vamos a decir, a qué hora y por qué canales.
7. Dosificar el tiempo de exposición a las pantallas, tanto de docentes y directivos/as, como estudiantes
Ninguna clase virtual debería durar más que 80 minutos y, si es grabada, mucho menos. Se pueden filmar videos cortos (5 a 10 minutos) explicando temas que se mezclen con recursos de libros, presentaciones, con alguna actividad en la plataforma o en el cuaderno, incluso con otros videos ya hechos de YouTube.
Tener que dar 4 horas de clase no puede traducirse en un/a docente filmando un video de 4 horas. De esta forma no sólo no se aprende, sino que se desgasta a todos los actores involucrados.
Lo mismo aplica para las reuniones de equipo, sobre todo si es numeroso. Éstas, no deberían durar más de una hora. Es preferible que sean sólo con micrófono (sin video) acompañadas de alguna pantalla que muestre, al mismo tiempo, algo en concreto o todo el mundo viendo a una sola persona. También es importante poner ciertas reglas: que no se permitan comentarios que no estén vinculados con el tema que reúne al equipo, ni los chistes. Para hablar se levanta la mano, o se escribe en el chat una lista de oradoras/es para intervenir y el resto cierra sus micrófonos para minimizar el ruido ambiente. Lo que se puede hacer antes o después de cada reunión es permitir 5 minutos de prender cámaras, saludarse, hacer chistes, mostrar mascotas, hijos/as, etc. para distender un poco más.
8. Los encuentros virtuales sincrónicos no son necesariamente mejores que los asincrónicos
De hecho, en muchas ocasiones son peores. Si la o el docente no está acostumbrado/a a la herramienta, puede haber mucho ruido de fondo, estudiantes con problemas de conectividad que se perderán de información valiosa, mientras que otras/os estudiantes no podrán acceder a la computadora porque tienen una para toda la familia -si es que tienen-, entre muchas otras posibles situaciones que pueden salir mal durante una videollamada de muchas personas. En cambio, si en vez de tener la reunión virtual, filmamos algún video, mandamos algún audio que los y las estudiantes puedan escuchar cuando tengan tiempo y tranquilidad (si es que la tienen), puede ser mucho más fructífero y puede generar mejores espacios para el aprendizaje. Las videollamadas multitudinarias no deberían ser el primer recurso para encontrarse virtualmente con los y las estudiantes, justamente por los desencuentros que suelen generar.
Existen también salas de chat, como Discord o Telegram, que pueden moderarse y utilizarse como espacios de encuentro e intercambio, sin la necesidad de una buena conexión o de descargar una app al celular.
En conclusión, no podemos ni debemos pensar que estamos frente a un contexto de enseñanza y aprendizaje dentro de los parámetros de la “normalidad” escolar. El hecho de estar todo el día en nuestras casas, con angustia, ansiedad y con la energía puesta en cuidar nuestra salud, corre el foco y pone otras prioridades. Lo importante entonces es generar vínculos de contención y acompañamiento y que el eje esté puesto en aprender algunos contenidos básicos pero sobre todo en poder comprender, generar espacios con estudiantes que también sean de esparcimiento y que rompan la lógica mecánica de vincularse con el conocimiento en ámbitos virtuales.
* Licenciada en Educación y Pedagoga Social. Especialista en enseñanza de la programación, nuevas tecnologías y entornos virtuales de aprendizaje.
FUENTE: https://notasperiodismopopular.com.ar/2020/04/01/8-buenas-practicas-epocas-educacion-virtual/