Los testimonios revelan que trabajar en burbujas es una ventaja en cuanto al número reducido a 15 alumnos, pero deja de serlo cuando es necesario repetir los mismos contenidos a varios grupos. Además, el pedido de cambios de burbujas que solicitan algunos padres entorpece la organización.
La reducción horaria se presenta como un problema para la rutina familiar y, la mayoría opina que cuatro horas de clase presencial es insuficiente en el secundario. ¿Los motivos? Cuestiones de aprendizaje, por una parte, y, por otra, que sigue sin resolverse el acceso a la dispositivos y wifi para gran parte del alumnado.
“Hay pendientes políticas concretas por parte del Estado provincial para proveer de medios tecnológicos a alumnos y docentes”, remarca, en este sentido, Oscar Ruibal, secretario gremial de la Unión de Educadores de Córdoba (UEPC).
La brecha digital ha sido la principal causa del retraso en el aprendizaje y de la desconexión con la escuela durante 2020. En algunas instituciones, casi la mitad de los estudiantes se vio rezagado por carecer de tecnología.
En el Ipem 160 Hipólito Vieytes, el 30% no alcanzó los contenidos prioritarios el año pasado. “Muchos chicos se desconectaron, otros no dispusieron de los recursos. ¿Qué hacer ahora? Trabajar y trabajar”, indica la directora María Alejandra Altamirano.
Además, los docentes de colegios estatales y privados perciben que los contenidos de 2020 no estuvieron lo suficientemente afianzados y observan entre los alumnos adolescentes falta de concentración, como una consecuencia de la pandemia. En algunos casos, están más callados durante las clases presenciales, con una actitud más pasiva.
Protocolos e insumos
El protocolo Covid no siempre funcionó de manera aceitada, aunque algunos directivos no tuvieron problemas al activarlo por algún caso positivo. Las situaciones son variadas, varios docentes refirieron que los casos se resuelven bien en la escuela pero falta coordinación y respuestas rápidas desde las áreas de salud.
Desde el 1º de marzo se activó el protocolo Covid 2.170 veces y en la última semana, del 16 al 25 de marzo, se ha activado el procedimiento de aplicación del protocolo en 1.099 casos, que implican a 523 escuelas.
“El mayor desafío es la agilidad en los referentes sanitarios para que una vez que la burbuja se aísla se pueda ver el resultado con velocidad. Hemos confiado en el protocolo, pero a medida que pase el tiempo y las burbujas sean pausadas, se puede armar un cuello de botella”, plantea Carolina Parma, presidenta de la Junta de Educación Católica. Algo que aún no ocurrió.
Por otra parte, hay denuncias sobre irregularidades en la entrega de materiales de bioseguridad y ya existen quejas sobre sobrecarga laboral y efectos no deseados por el uso prolongado de máscaras faciales y barbijos para dar clases.
El secretario general del Sindicato Argentino de Docentes Privados (Sadop), Gerardo Bernardi, informa que en colegios de gestión privada, cuatro de cada 10 docentes no recibieron elementos de protección personal.
“El barbijo y la máscara implican un esfuerzo extra que genera un malestar físico y psíquico de los docentes. Los estudiantes no nos entienden, no nos escuchan. Terminamos con afonía, cefaleas, dolor de garganta”, enumera.
Aulas abiertas
La comunidad educativa está convencida de que las escuelas funcionan mucho mejor con las aulas abiertas y todos trabajan para defender la presencialidad, con condiciones de seguridad.
María Teresa Salamone, mamá de una alumna del Instituto Nuestra Madre de la Merced, de barrio Alta Córdoba, contó que su hija comenzó con muchas expectativas.
“Nos pusimos muy contentos con el retorno a las aulas. Pero tenemos muchísimo temor de que cierren”, comenta.
Hay unanimidad en destacar el valor del reencuentro y el entusiasmo por regresar a trabajar cara a cara, en todos los niveles de colegios estatales y privados.
“Aun con asistencia semana de por medio, se nota el deseo de los chicos por volver al aula. Desde una mirada más detenida, ese deseo se puede traducir en una necesidad que los estudiantes han sentido de volver al contacto con sus pares y docentes”, reflexiona María Alejandra Altamirano. Además, está la certeza de que es necesario cuidar este estado de situación.
“Este camino que empezamos a transitar, debemos hacerlo sin apresurarnos para que las tomas de decisiones sean las adecuadas”, subraya Javier Basanta Chao, presidente de la Cámara de Institutos Privados de Córdoba.
En los sectores más desfavorecidos, los docentes y las familias subrayan que la presencialidad es sinónimo de igualdad de oportunidades, y que la defensa de las aulas abiertas está ligado a los derechos de los niños y adolescentes.
“Las familias han demostrado gran interés y compromiso en sostener la presencialidad, respetando cada acuerdo realizado respecto al cómo vamos a transitar este año, con el pleno convencimiento que va a ser mejor que lo que vivimos”, apunta Gabriela Oliva, directora del jardín José Malanca, de barrio Marqués Anexo.
Oliva explica que en los lugares donde las posibilidades de conectividad fueron escasas, el jardín de infantes presencial es garantía de acceso.
“Es la mirada atenta a cada situación particular de la vida de niñas y niños, es algo de equidad en un país desigual”, agrega la directora. El jardín, asegura, tiene un edificio en buenas condiciones y es posible cumplir con los protocolos.
En las escuelas de adultos, que iniciaron la presencialidad con dos semanas de atraso, la enseñanza presencial también es imprescindible. El año pasado se perdieron muchos alumnos, aún no cuantificados, de por falta de conectividad y de dispositivos.
Organización y espacios
La organización de tiempos y espacios fue muy particular en cada escuela. En algunas instituciones estatales todavía hoy enfrentan problemas de infraestructura. En los colegios privados, en general, los diseños y nuevas rutinas de control de higiene y seguridad no presentaron grandes dificultades.
“El funcionamientos de nuevos hábitos está logrado. El balance es positivo”, opina Parma, de la Junta de Educación Católica.
Sin embargo, la planificación de horarios, en especial en el secundario, todavía genera conflictos. Para evitar la superposición de horas de docentes dentro de una escuela y en coordinación con otras instituciones, hay que llegar a consensos y no siempre se logran.
“El retorno a la presencialidad tuvo sus bemoles. Tuvimos problemas de infraestructura y se hicieron reclamos. Organizamos los espacios, el número de estudiantes, todo lo que el protocolo instruye. Pero es complejo y aún más en el secundario donde hay tanta movilidad de actores institucionales”, piensa la directora del Ipem 160.
Tissera también admite fue muy difícil organizar los horarios de los docentes en cuatro horas diarias de lunes a viernes. “Es poco el tiempo que los alumnos están en el colegio”, piensa.
El pedido de dispensas de miles de docentes para dictar clases presenciales ha obligado a acelerar la suplencia de vacantes. En los privados, también hubo renuncias de profesores secundarios.
“Una dificultad es la imposibilidad de contar con todos los docentes de manera presencial, dado que muchos se encuentran con dispensa”, remarca Basanta Chao, aunque plantea que aun así “colaboran de manera activa”.
“Frente a la dispensa de algunos docentes hemos podido seguir con esos alumnos presenciales, pero con una conexión virtual del docente en su casa. Creo que esto nos habla del avance tecnológico que alcanzamos el año pasado con la virtualidad”, opina Tissera.
Las escuelas de educación especial se rigen con un protocolo distinto y el panorama, en general, es algo más dificultoso. A los alumnos se les exige presentar certificado médico para asistir de manera presencial.
“La mayoría de los estudiantes volvió. Las dificultades están dadas como siempre en el transporte, por ejemplo. En el ámbito de la educación especial hay cosas más complejas como el uso del barbijo, la distancia social”, explica Estela Altamirano, maestra de grado del Instituto Bilingüe de Sordos (Ibis).
Todas las familias han tenido que reorganizarse con la bimodalidad. María Teresa Salamone destaca que con la presencialidad la cotidianidad es más simple. “Mi hija va contenta al colegio y en la casa se respira otro aire. Ya no hay presión por sentarnos a hacer la tarea o porque no haya tiempo”, sostiene.
Fuente: La Voz