Eduardo Casas
El currículo -en una escuela- es algo concreto, vivo y dinámico. En él está todo lo que se vive; lo que se enseña y se aprende; lo que se transmite y continuamente se va resignificando. Hay aspectos que están diseñados y planificados, y otros están en construcción; incluso otros no están de ninguna manera elaborados, hasta ahora.
El currículo explícito forma una parte fundamental, aunque no exclusiva, de lo que una escuela desea transmitir en sus conocimientos, en sus prácticas y en sus valores. Lo más importante que una escuela comunica, sobre todo si es una escuela creyente, no son meros conocimientos, sino sentidos de la vida iluminados por la fe en diálogo con toda la realidad cultural a partir del encuentro decisivo y radical con Jesús.
La fe no es primariamente un conjunto de normas éticas o prescripciones religiosas. No es un saber sistemático que debe ser transmitidos en la catequesis escolar. Es encuentro y diálogo que desemboca en el seguimiento coherente y discipular de Jesús, tal como aparece en el Evangelio.
La síntesis fe, ciencia, vida y cultura es una elaboración existencial y espiritual, forma parte de la misión de una escuela creyente. A su vez cada cristiano, inserto en el contexto histórico-social también tiene -de alguna manera- que realizarla constantemente. De manera particular, para un docente cristiano es una tarea explícita, elaborada a partir de los contenidos de su saber.
La humanización y la evangelización del currículo realizadas mediante el diálogo interdisciplinar entre los saberes escolares y la fe son competencias fundamentales para el docente cristiano; y también resultan una competencia institucional de la gestión pedagógica y de la gestión pastoral de una escuela creyente.
La humanización del currículo puede ser un paso pedagógicamente anterior o simultáneo a la evangelización del currículo, postulando una perspectiva humanizada y humanizante de los contenidos escolares y de aquellas ciencias de las cuales se toman dichos contenidos. Cuando se evangeliza, se humaniza. La humanización del currículo supone que los contenidos curriculares y las ciencias están al servicio del ser humano, y no al revés.
En un currículo evangelizado y evangelizador, no sólo están explícitos los valores evangélicos sino, además, es necesario una adecuada transmisión de los auténticos valores humanos que trascienden cualquier confesión religiosa: el respeto, la tolerancia, la amabilidad, la honestidad, la sinceridad, la cortesía, la solidaridad, la equidad, la fraternidad, la coherencia, la integridad, la responsabilidad, la generosidad, la prudencia, la credibilidad, la solidaridad, etc. son valores que deben ser propiciados a través de todo el saber escolar.
El docente debe hacer posible que el alumno reciba elementos culturales de humanización potenciando valores y capacidades. Para ello hay que habilitar el aula como un espacio de pregunta, de reflexión crítica, de escucha atenta y de compartir auténtico. Es preciso que el profesor pueda educar, no sólo intelectualmente, sino con una disposición empática hacia todo lo humano. El sentido crítico -a partir de la pregunta- genera interrogantes que, iluminados por la fe, posibilitan educar en la competencia del discernimiento.
La humanización del currículo compete al perfil del profesor, ya que de nada sirve ser un excelente transmisor de conocimientos, si no se tiene la calidad humana propia de un adulto maduro. No basta con ser un buen profesor, primero hay que ser buena persona. Sólo así un creyente (siendo buena persona en el sentido moral y siendo buen docente en el sentido profesional) puede ser un verdadero educador.
La humanización del currículo es, a menudo, la preparación a la evangelización del currículo. A veces se da conjunta y simultáneamente como dos caras de un mismo proceso curricular que se realiza desde el encuentro y el diálogo interdisciplinar.
Este proceso en su modo estratégico requiere de una planificación, una ejecución y una evaluación institucional a partir de un proceso pedagógico-pastoral en la cual participan todos los docentes y todas las áreas del saber escolar, liderado por el representante legal, los directivos y los pastoralistas.