A semanas de celebrarse la Beatificación de fray Mamerto Esquiú, el arzobispo de Córdoba, monseñor Carlos José Ñáñez, reflexionó sobre “Esquiú obispo” y destacó la humildad y la caridad del fraile.
En vísperas de la beatificación de fray Mamerto Esquiú, el arzobispo de Córdoba, Monseñor Carlos José Ñáñez, compartió en el programa radial “María, 400 años de amor, junto a Esquiú”, de la Pastoral de Comunicación Social de Catamarca, una reflexión sobre “Esquiú obispo”.
El prelado cordobés destacó no sólo las virtudes del franciscano catamarqueño sino también detalles de su intensa labor pastoral en esa jurisdicción eclesiástica del siglo XIX, hoy arquidiócesis.
Monseñor Ñáñez recordó: “Cuando estábamos preparando la beatificación de la Madre Tránsito Cabanillas, la fundadora de las Franciscanas Misioneras en Córdoba, un sacerdote en una exposición hizo referencia al obispo Esquiú porque en ese momento, cuando se jugaban las escenas fundamentales de la Madre Tránsito, estaba Esquiú. Entonces comentó que un visitante quería saber dónde vivía el obispo y le dieron la indicación: donde vea salir pobres, ahí vive el obispo”. Con este ejemplo, destacó que Esquiú era “un hombre humilde y de profunda caridad”.
El prelado reconoció que una de las virtudes que más le impactan de Esquiú como obispo es la de “su afán evangelizador”. Recordó que el ministerio de Esquiú fue breve “pero intensísimo”. En el primer año, detalló, el fraile obispo se dedicó fundamentalmente a la ciudad capital. En tanto que en el segundo año de su ministerio, visitó todo el interior de la diócesis, que en ese momento comprendía las provincias de Córdoba y La Rioja. “Es notable que estuvo en muchas poblaciones del interior con una presencia pastoral, misionera, evangelizadora realmente impactante y que hoy también cobra especial relevancia”, destacó.
“El Papa Francisco nos invita a ser una Iglesia de puertas abiertas para acoger a todos, y es lo que hacía Esquiú. Ser una Iglesia en salida para llevar a todos el anuncio y el consuelo de la caridad de Jesús. Eso es lo que hizo fray Mamerto toda la vida, pero también en su episcopado aquí, en Córdoba”, refirió.
Al hablar de las virtudes de Esquiú, sin dudarlo, monseñor Ñáñez valoró la humildad, afirmando que “como buen franciscano esto se ha manifestado, por ejemplo, en el hecho de que varias veces fue propuesto para ser nombrado obispo y él declinó. Hasta que cuando vio con claridad que el Papa se lo pedía, él interpretó que ahí estaba la voluntad de Dios. Y aceptó ser obispo de Córdoba”. Y añadió: “Se destaca su humildad, pero una humildad que también florece en caridad, que es también destacable en la vida de este hombre”.
Por otra parte, monseñor Ñáñez resaltó la importancia de tener un beato y el real valor que esto debe dejar en el pueblo fiel de Catamarca. En este sentido, dijo que tener un beato “es un gran aliento en la vida de la fe como comunidad, porque esto nos muestra que la santidad no es una quimera. Es una real posibilidad pero también es una ayuda, porque los beatos y los santos son nuestros intercesores delante de Dios. Y a la vez nos plantea un desafío. Esto que llega no es para enorgullecerse sino para vivirlo como un estímulo y un desafío”.
“Es importante que esta beatificación no sólo sea vivida como un evento y que no quede en la memoria como una anécdota, sino que sea recibida como una Gracia y como un estímulo. Una Gracia que sea recibida con humildad. No la merecemos pero el Señor nos la otorga y nosotros nos debemos esforzar y responder con generosidad”, aseguró.
Sobre el final, afirmó: “No hay que tener miedo a contagiar la santidad y el hacer conocer y amar más a Jesucristo. Esto es lo que apasionó a Fray Mamerto. Y esto para los catamarqueños tiene que ser una herencia preciosa a los pies de la Morenita del Valle, de la cual Esquiú fue devotísimo, como buen catamarqueño y como buen franciscano. Por eso, por Fray Mamerto, hacia la Virgen y por María, hacia Jesús”, animó.+
Fuente: AICA