Una educación que toca fondo y se renueva

Una posible vuelta a la presencialidad total, que todos coincidimos que es el mejor modo de cumplir con las metas educativas, es contemplar una escuela que deberá ser más consciente de las posibilidades de aprendizaje de cada niño.


El Covid-19 profundizó las brechas educativas en la región. En 21 países, el 20 por ciento de los estudiantes de sectores socioeconómicos medios y altos tienen en promedio cinco veces más posibilidades de terminar su formación secundaria que el 20 por ciento más pobre.

Según un relevamiento exploratorio del Observatorio de Argentinos por la Educación a 78 familias de estudiantes de nivel primario de barrios populares, 27,3 por ciento de los alumnos abandonaron la escuela en algún momento del año pasado. De estos estudiantes, casi uno de cada 10 (91 por ciento) no pretendía retomar sus estudios en el ciclo 2021.

Pero en el medio del camino de cada trayectoria educativa nadie mira bajo qué condiciones cada estudiante pudo aprender, cuánto aprendió, ni lo que cada docente pudo enseñar y cuánto de lo previsto de esa enseñanza valió la pena.

Una posible vuelta a la presencialidad total, que todos coincidimos que es el mejor modo de cumplir con las metas educativas, es contemplar una escuela que deberá ser más consciente de las posibilidades de aprendizaje de cada niño; una escuela flexible, capaz de saber qué vale la pena enseñar en virtualidad y en presencialidad, resguardando con mucho cuidado los nuevos agrupamientos de estudiantes para que se concreten aulas diversas e inclusivas en todos los contextos socioculturales.

Es imprescindible repensar los formatos y las herramientas de evaluación y seguimiento de los aprendizajes de cada estudiante, para brindarles posibilidades que demuestren casi artesanalmente lo que pueden lograr. Se tendría que promover una recuperación de aprendizajes que en varias localidades han sido muy bajos, no logrados, fruto, en parte, de la inequidad en el acceso a recursos tecnológicos; y en parte, a la discontinuidad vincular con los docentes y la escuela.

Y, como siempre, los niños y los jóvenes más castigados son los más pobres.

Creo que tenemos una oportunidad, causada por esta profunda crisis de sentido educativo, para pensar de manera colaborativa y creativa en nuevas estrategias de enseñanza mediadas por recursos tecnológicos, para introducir mejoras que permitan, por ejemplo, repensar las condiciones bajo las cuales no se ha aprendido, no se ha enseñado y no se ha evaluado bien.

Las escuelas tienen que asumir el desafío de pensar en políticas de recuperación y ver de qué modo se pueden proyectar mejoras a largo plazo en las decisiones pedagógicas, didácticas, de evaluación y de vinculación efectiva con las familias y los adultos responsables de los niños y los jóvenes.

La escuela como institución social, creada para transmitir críticamente la cultura de la sociedad con sentido formativo, tiene que repensar su organización interna y apostar a un trabajo directivo y docente colaborativo que se anime a enseñar proyectos integrados y no materias aisladas que son una sinfonía desentonada de contenidos conceptuales desvinculados de la realidad.

Las instituciones educativas tienen que pensar de qué manera se rediseñará lo que vale la pena enseñar. Oportunidad para hacer foco en el contenido y en lo que se espera de los alumnos. Poner la mirada en las capacidades, enseñar a pensar, a que busquen información, para que los alumnos sean protagonistas, productores y recreadores del conocimiento.

La evaluación aparece como otro reto para los sistemas educativos. Evaluar aprendizajes en tiempos de pandemia es uno de los mayores desafíos pedagógicos a los que nos enfrentamos los docentes.

Evaluar no es sólo calificar: es acompañar, orientar, ayudar a que todos los estudiantes aprendan óptimamente de acuerdo con sus posibilidades. Una evaluación sostenida por desafíos que hagan que los estudiantes elaboren desempeños de comprensión que permitan aplicar procedimientos para saber hacer cosas y resolver problemas de forma crítica.

A pesar de la gran complejidad que esta pandemia ha generado en el sistema educativo, hay grandes experiencias relevadas por el Observatorio Argentinos por la Educación que muestran que el contacto emocional de docentes que inspiran y están comprometidos ha permitido que aquellos niños y jóvenes desvinculados se sigan sosteniendo en el sistema educativo.

La educación tiene que empezar a plantear problemas reales de la vida, que hagan que los alumnos tomen herramientas de las distintas materias y planteen soluciones desde proyectos integrales.

*Directora del departamento de Educación de la UCA, referente de Argentinos por la Educación
Fuente: La Voz