Una tesis doctoral explica cómo las familias de los estratos sociales altos de Córdoba eligen escuelas para niñas y niños. La formación académica no es el único parámetro.
Estatal o privada, religiosa o laica, con o sin examen de ingreso, cerca o lejos de casa. Esas son algunas variables que inciden en la elección de un colegio cuando los hijos están a punto de ingresar al sistema educativo o aún antes, al nacer. No son las únicas y cambian según las realidades familiares y el contexto socioeconómico.
En sectores medios acomodados y altos, la búsqueda de una escuela implica también barajar diversos factores que permitan garantizar la preservación de clase y el espacio de distinción que marca una frontera con los demás.
Estas son algunas de las conclusiones de la tesis doctoral de Manuel Giovine –profesor de la Universidad Nacional de Córdoba y doctor en Estudios Sociales de América latina– que aborda el tema de la elección y selección de instituciones educativas por parte de las familias de clase alta del Gran Córdoba.
El estudio, publicado en la revista académica española Foro de Educación y disponible en el reservorio de tesis del Conicet, plantea que las familias de los estratos sociales altos consideran a la escuela como un lugar de formación académica, moral y de redes y, a la vez, como una estrategia fundamental para sostener o mejorar su posición en el espacio social.
Para la investigación se realizaron 36 entrevistas en profundidad, en el marco de un análisis multidimensional del espacio social en el Gran Córdoba y de las trayectorias educativas de familias de los estratos más favorecidos en tres generaciones.
Entre las principales conclusiones surge que la selección de un colegio en los estratos sociales altos es una tarea compleja y heterogénea, que varía según el capital cultural y económico de los hogares.
El análisis del espacio social desde diversas miradas y dimensiones muestra que las clases medias dominantes y altas están significativamente asociadas a los niveles más selectos del sistema educativo y ostentan los mejores ingresos, relacionados con cargos y jerarquías de dirección en el Estado o son patrones y propietarios de empresas.
Estas familias eligen colegios privados de élite o preuniversitarios y suelen tener un concepto negativo de la escuela estatal a la que llaman “escuela pública” (en realidad toda la educación es pública, lo que varía es el tipo de gestión).
En definitiva, las instituciones de élite a las que asiste el estudiantado de sectores acomodados son un instrumento de distinción respecto de las otras clases y fracciones de clase.
La oferta educativa escogida incluye una currícula específica y una fuerte formación en idiomas que se desarrolla en edificios con campos deportivos, nuevas tecnologías y que, en muchos casos, ofrecen intercambios internacionales.
Pese a que la elección no es uniforme, ya que varía conforme a procedencias y circunstancias, se advierte un patrón.
La investigación muestra que, por ejemplo, las familias de profesionales de dos o tres generaciones suelen formar a sus hijos en el prestigioso Colegio Nacional de Monserrat, que pertenece a la Universidad Nacional de Córdoba. Mientras que los hogares de empresarios eligen en muchas ocasiones una educación privada sin aportes estatales, laica y con una impronta internacional y bilingüe.
El estudio de Giovine también identifica un conjunto de factores que inciden en la elección según cada posición, trayectoria y momento de la vida familiar. Algunos buscan maximizar los beneficios y operan de manera planificada y, otros, de modo inconsciente e involuntario.
La resultante, concluye la investigación, “es garantizar la agregación de los iguales por redes duraderas y transferibles, y potenciar el proceso de distinción entre ellos y de ‘los otros’ por medio de la innovación y diversificación del subsistema educativo de clase alta”.
Es decir que el cierre social y espacial es una garantía de distinción y preservación de la clase. En relación con los sectores más populares, el “otro” refiere más “a una empatía distante, marcada por la caridad y el temor”, apunta el estudio.
Generación tras generación
La tesis doctoral muestra que la mayoría de estas familias tienen una concepción negativa de la educación estatal, que claramente no eligen. Son instituciones a las que asisten “otros”.
Incluso, en general, los miembros de la clase alta ven a la “educación pública” (de gestión estatal) como un “otro reprobado”. “La encuentran muy politizada, ineficiente, desgastada, desfinanciada, ineficaz, que nivela para abajo, donde los padres y los docentes ‘se pasan la bola’, reina la violencia y la droga y no hay meritocracia”, describe la investigación.
Por eso buscan instituciones de gestión privada. La excepción son las escuelas dependientes de la UNC (Monserrat y Manuel Belgrano) que, para los consultados para el estudio, no “son públicas como las otras”.
Giovine explica que estas creencias deben entenderse en el marco de las propias trayectorias educativas de los entrevistados, que han ido cambiando con el tiempo.
Los alumnos de los colegios de élite de hoy son nietos de abuelos que asistieron a escuelas nacionales y de abuelas que recibieron el título de “maestras normales”.
La elección se ha ido complejizando con el paso de las generaciones. La oferta educativa está diversificada y los colegios ofrecen espacios donde se realizan múltiples actividades (danza, deportes, idiomas, teatro o música), lo que permite a los padres optimizar el tiempo productivo y evitar, por caso, traslados entre academias.
Todo en uno
En las clases altas o medias acomodadas o tradicionales, el momento de reflexión y negociación sobre la futura escuela de los hijos inicia casi con la gestación.
Llegado el momento, las familias hacen una primera selección y comienzan a descartar por cuestiones geográficas, religiosas o de reputación. El segundo tamiz es más reflexivo e implica a toda la familia.
¿Cuáles son los factores que inciden en la elección de la escuela? Si es estatal o privada, si es religiosa o laica, el valor de la cuota, la ubicación urbana, las recomendaciones, la propuesta educativa, las instalaciones, la adscripción a una institución mayor, el examen de ingreso o la entrevista inicial, la proyección internacional y las actividades complementarias.
Los colegios preferidos por estos sectores sociales son verdaderos “espacios totales”. Giovine explica que ya no son internados, como los de primera mitad del siglo 20, sino que cuentan con un volumen de actividades sincronizadas o paralelas que los asemejan a verdaderos laboratorios donde se reproduce la misma modernidad, sobre la base de la simultaneidad y la instantaneidad.
La realización de muchas actividades a lo largo del día, y la elección que se realiza al mismo tiempo en función de subgrupos de amigos e intereses es “una preparación para un mundo que exigirá a estos jóvenes estar en ‘varios lugares al mismo tiempo’”, remarca el autor.
Los sectores más tradicionales se inclinan por instituciones conservadoras. Valoran el conocimiento tanto como la disciplina, la moral y el reconocimiento del lugar que ocupa cada uno en la sociedad. La escuela se recuerda como un ámbito apolítico, amplio, pulcro, disciplinado, ordenado, en el que se forjan el carácter y la personalidad.
También hay padres que buscan romper con el modelo de educación tradicional y apuntan a otros como el de la “escuela nueva” que se concentra en el orden de las expresiones artísticas, como el teatro, la pintura, la música y la literatura, y se caracterizan por promover la sensibilidad y el goce. La formación en idiomas es central para estas familias.
La elección de las instituciones de élite supone en muchos casos sortear con éxito las entrevistas de admisión que –indica la investigación– no siempre siguen pautas claras y precisas de selección.
Algunas instituciones se muestran con una imagen más inclusiva y abierta, con mayor heterogeneidad en sus aulas. Otras apuntan a una población más homogénea.
“En la medida en que los directivos de las escuelas de élite se esfuerzan por captar a las familias más prestigiosas, como un capital que mejora la posición misma de las escuelas en el campo, las instituciones educativas de élite contribuyen a producir individuos preparados para aceptar y legitimar su lugar en la estructura de dominación”, concluye la investigación.
Fuente: La Voz