Fuente: La Voz
El escenario escolar es un terreno de incertidumbres. Esto ocurre en parte porque los actores se vuelven a reencontrar con el hábito de hacer la escuela. Pero más allá del impacto que tuvo la virtualidad, hay una herencia escolar que se debe analizar para tomar definiciones urgentes.
La presidenta de la Junta Arquidiocesana de Educación Católica de Córdoba, Carolina Parma, dijo en diálogo con La Voz que la escuela actual muestra un agravamiento de una situación que ya era compleja desde antes. Pero también consideró que es un momento oportuno para “refundar la escuela”.
“Los datos estadísticos negativos datan de antes de la pandemia. Los indicadores sobre la intermitencia y la calidad de los aprendizajes deberían habernos alertado desde antes. Durante los años 2019, 2020 y parte del 2021 se recrudecieron algunos procesos que debimos atender”, reflexionó la referente.
Para la voz que nuclea a las escuelas de la comunidad católica, la educación domiciliaria cristalizó un drama mayor, ligado a la trayectoria educativa. “Los números nos mostraban desde antes que los estudiantes dejan o interrumpen la escuela cada vez con mayor frecuencia”, alertó.
Parma señaló que cursos y grados bisagra, como el tercer grado de primaria y el tercer año de secundaria, son una muestra cabal del momento que atraviesa el ejercicio educativo, con estudiantes que han perdido la posibilidad de reconocer hábitos y modos escolares.
Esta ambigüedad con la que ahora aparece la escuela para los alumnos, explicó la referente, impacta de lleno en el estudio y el acceso al conocimiento.
La escuela como un ritual que se perdió en pandemia
“Hay un ritual pedagógico-didáctico que se transformó de manera forzada. El ritual de la escena educativa configura el rol de cada uno de los actores. La escuela no es solo el edificio, pero el edificio permitía ritualizar aspectos”.
Con estas palabras, Parma explica el fenómeno por el cual un niño ingresante a primaria, que hizo su sala de cinco en la virtualidad, llega a un primer ciclo carente de la “habitualidad de la escena educativa”.
“En la escuela se aprende sobre el saludo, el manejo del tiempo, el seguimiento de la lectura. Y si bien las políticas públicas actuales hacen foco en aspectos centrales, no hay que dejar de reconstruir la forma y el vínculo educativo”, planteó.
Parma aseguró que “está endeble la habitualidad de la escuela”. Y que el oficio del estudiante, como algo rutinario que uno sabe hacer todos los días, se ha transformado en un concepto lábil.
“Hay una población estudiantil que al domiciliarse su educación quedó desguarnecida. Para cambiar esto, muchos actores tienen que volver a una cierta normalidad. El primero es la familia, que está atravesada por la pérdida de trabajo y las demás fragilidades que dejó la pandemia”, evaluó.
Para Parma, la escena educativa tiene que proponer nuevos hábitos e innovación en el manejo del tiempo. Además, debe apuntar sus esfuerzos a fortalecer el pensamiento crítico, lateral y divergente, la creatividad y aspectos actitudinales, como el turno de la palabra.
“Hay una gran oportunidad y esperanza para avanzar con cambios. Es momento de refundar la escuela y el hábito educativo. Estamos en un momento para volver a acomodar las piezas”, sugirió.