En el marco del 3° Seminario de Innovación Educativa de Ticmas, el director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés habló de los cambios que impone la tecnología en la educación
Fuente: INFOBAE – PorPatricio Zunini
Desde hace casi seis años, Axel Rivas es director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés; institución en la que lleva catorce años como profesor. Doctor en Ciencias Sociales por la UBA —su tesis fue sobre políticas educativas en la experiencia docente del conurbano—, es especialista en la investigación comparada de modelos de cambio educativo en todo el mundo, con especial énfasis en América Latina y en Argentina.
Autor de una docena de libros, entre ellos: Revivir las aulas (Debate, 2014), América Latina después de PISA (CIPPEC, disponible on line; 2015) y Quién controla el futuro de la educación (Siglo XXI; 2019), es una de esas personalidades singulares que piensan la educación con una lucidez que muchas veces lo llevan a ir a contrapelo de los discursos biempensantes y políticamente correctos, pero que, sin embargo, están lejos de buscar la polémica —aunque tampoco le corren el cuerpo si aparecen.
Rivas fue uno de los relevantes invitados que visitaron el auditorio de Ticmas en la última edición de la Feria del Libro de Buenos Aires. Lo hizo en el marco del 3° Seminario de Innovación Educativa, y habló de los cambios que impone la tecnología en la educación.
—Con la incorporación de tecnología en el aula, con la presencia de ChatGPT y la ubicuidad de los smartphones, parecería que el paradigma educativo está moviéndose hacia la enseñanza de habilidades. Pero ¿cambió la currícula? ¿En qué medida se enseñan habilidades y no los contenidos tradicionales? Y, para complejizar un poco más la pregunta, ¿qué rol ocupa lo memorístico hoy en la educación?
—Bueno, creo que tocás un tema central de muchos debates educativos. Hay que esquivar la oposición entre contenidos y competencias o habilidades. Es una discusión falsa. Peligrosamente falsa. Sí hay que tomar posición en algunos elementos de cómo pensar la formación de un niño, de un joven, de un ciudadano hoy, y creo que se necesita siempre una base de contenidos basados en la comprensión de las grandes disciplinas, que son filtros para mirar el mundo, para entenderlo, para decodificarlo y para actuar en ese mundo. La matemática, la ciencia, la literatura, las artes nos permiten relacionarnos con el mundo y transformarlo. Entonces, no es o contenidos o habilidades. Hay que apuntar a una comprensión profunda de los contenidos y a ciertas nuevas habilidades.
La memoria, entendida en un sentido muy básico como almacenamiento de grandes conocimientos, es tan necesaria como siempre
—Cómo, por ejemplo, ¿cuáles?
—Para empezar, las habilidades digitales. No las conocíamos antes —digo: hace un par de décadas— y hoy, por cómo se está transformando el mundo, algunas son prioritarias para el ejercicio de la ciudadanía. Entre ellas, la capacidad de leer críticamente el consumo de la información, el consumo de la cultura. Cada vez más somos objeto de manipulación, y, por lo tanto, está más en riesgo nuestro rol como ciudadanos si creemos todo lo que nos aparece delante de los ojos. Tenemos que fortalecer el espacio de formación de habilidades críticas del consumo digital, del consumo de medios, del consumo de ChatGPT. Yo, por ejemplo, escucho a algunos que dicen, bueno, todo lo que pueda hacer el GPT no hace falta enseñarlo. ¡No! Todo lo contrario. Necesitamos personas que puedan hacerle preguntas a internet y a la inteligencia artificial para apoyarse en nuevas herramientas. Pero no pueden partir de cero. Y en eso, la memoria, entendida en un sentido muy básico como almacenamiento de grandes conocimientos, es tan necesaria como siempre.
—Si hoy la currícula educativa se pone en cuestión tanto por los docentes como por los estudiantes y también los padres, ¿cuánto se negocia del contenido que se enseña?
—No es una situación que suceda directamente en el mío ámbito, pero sí en el de los docentes que formamos. La negociación siempre es parte de un ejercicio democrático, pero también tiene que tener límites, porque la autoridad pedagógica tiene que tener una diferencia frente al alumno o frente a la familia. Volviendo a lo anterior, a ChatGPT y la inteligencia artificial, para evitar el riesgo que los estudiantes de la secundaria —también en la primaria y en la universidad, pero sobre todo en la secundaria— se copien o hagan mecanismos fraudulentos al aprovecharse de una tecnología que parece responderlo todo, lo que hay que hacer es encontrar una mayor dosis de sentido en aquello que enseñamos.
—¿Cómo sería?
—Si se devela el sentido y logramos mostrar la profundidad y la importancia que tiene, ¿por qué voy a querer hacer trampa? Me haría trampa a mí mismo. Pero cuando “no entiendo para qué me sirve esto”, o “por qué tengo que hacerlo”, o “cuándo lo voy a usar en mi vida”, es muy tentador hacer trampa. Creo que la mejor receta es lograr que tenga mucho más sentido aquello que enseñamos y que valga la pena comprometerse, poner esfuerzo, horas de dedicación y estudio a aquello que le proponemos a nuestros alumnos. Ese es un gran ejercicio.
La negociación siempre es parte de un ejercicio democrático, pero también tiene que tener límites, porque la autoridad pedagógica tiene que tener una diferencia frente al alumno o frente a la familia.
—En 2020 salió un libro de Rebeca Anijovich con un prólogo tuyo en el que decías que la escuela secundaria estaba pasando por un gran momento, y muy poco después llegó la pandemia y cambió todo. ¿Cómo recibió la educación la pandemia, ahora que ya pasó la pandemia?
—Habría que ver el sentido que tenía eso del gran momento. Quizás me refería a la oportunidad histórica de repensar la escuela secundaria, de ser actores del cambio educativo. Los docentes hoy tienen una doble vara: por un lado, se sienten amenazados, poco valorados, y por otro lado tienen más márgenes de autonomía y decisión que nunca. Los sistemas educativos eran muy verticales y les decían qué tenían que enseñar; el currículum era muy rígido. Hoy tenemos más dosis de libertad y esperamos que muchas cosas cambien. Vino la pandemia y me parece que, así como hubo muchísimos padecimientos y el cierre de las escuelas, también hubo oportunidad para repensar procesos muy naturalizados, que, después de la pandemia, ya no deberían ser iguales. Es un gran desafío para las escuelas no volver a lo mismo ni tampoco inventar algo de cero. Hay que conocer lo que funciona, pero también ser capaces de reinventar el orden escolar. Lo necesitamos todos y especialmente los alumnos.
—El docente que se recibe a los 23, 24 años, tal vez no está obligado a continuar formándose. ¿Cómo hacen, desde la universidad, para invitar a que continúen su formación?
—Hay muchos docentes que hacen esfuerzos por capacitarse. Hay muchas propuestas. Hay un desafío muy grande de hacer más coherente la carrera docente, con procesos de formación en servicio y con la continuidad de la formación que haría alinear mejor los incentivos, que valga la pena hacer buena capacitación porque va a ser parte de tu carrera y no porque es un mercado de puntaje, que es uno de los grandes problemas del sistema educativo. Hacer procesos de formación hoy requiere en muchos sentidos —y me parece muy importante— una especialización en la disciplina. En el nivel secundario los docentes vienen de una formación disciplinar, pero aún así la didáctica específica requiere una formación especializada. Necesitamos docentes con una formación más especializada, esa formación necesita un anclaje más largo: no es un cursito corto, no es una charla TED, es una formación de un año y medio bien estructurada, que cambie la manera de aproximarte a la disciplina y te permita ser una autoridad pedagógica en la escuela.
Hay un desafío muy grande de hacer más coherente la carrera docente y que valga la pena hacer buena capacitación porque va a ser parte de tu carrera y no porque es un mercado de puntaje
—Unos años atrás publicaste el ensayo Quién controla el futuro de la educación, que salió por Siglo XXI. A cuatro o cinco años de la salida de ese libro —y retomo la primera pregunta, con los cambios de la tecnología—, ¿cómo ves el futuro? ¿Cómo ves la educación en 2030?
—Pasó ese tiempo y en él pasó también la pandemia, que nos obligó a digitalizar la experiencia de aprendizaje forzosa y abruptamente. Recomiendo a todos ver una charla de Salman Khan, que salió hace apenas unos días. Salman Khan es el creador y director de Khan Academy. En esa charla él hace una interpretación, que yo creo que vale la pena discutir y pensar juntos, acerca de que estamos atravesando el mayor quiebre de toda la historia de la educación a partir de la introducción de la inteligencia artificial. La Academia Khan es una academia digital; es tal vez la empresa educativa más grande de Estados Unidos. Hace un año que están asociándose con OpenAI, la empresa que creó ChatGPT, e introduciendo todos los algoritmos de inteligencia artificial en su plataforma educativa, adaptándolos a las necesidades educativas. Él mostraba una serie de demos en los cuales los alumnos podían interactuar con la inteligencia artificial. Entonces, un alumno que hace una tarea de matemática le puede decir a la máquina que no entiende algo y la máquina le pregunta si ya lo había visto antes o por qué no prueba en dividirlo en partes y resolverlas de a una.
—Le habla como un tutor, como un maestro.
—Conceptualiza, explica. No le da la solución porque un docente no le da la solución a un alumno, pero le permite pensar y aproximarse a la solución. Khan dice que por primera vez en la historia tenemos el efecto Dos Sigma. Hay un paper clásico de Benjamin Bloom, que se llama “Dos Sigma”, donde mostraba que el aprendizaje uno a uno es dos veces superior al aprendizaje en un aula con 30 alumnos. El gran problema de aquel estudio era que no podíamos darle un docente a cada alumno, pero Khan dice que, por primera vez en la historia, podemos cumplirlo con la inteligencia artificial. ¿Qué vamos a hacer con eso? Yo también me lo pregunto. No soy tan proclive a afirmar que este es un cambio tan trascendental, pero sí creo que tiene que ser un cambio para todos y no solo para aquellos que pueden pagar una plataforma o que tienen un dispositivo. Hay que garantizar que todos lleguen al potencial tutor que los acompañe en el aprendizaje.