Ser educador es una vocación extraordinaria. Asumida desde nuestro ser católico, esa misión añade una dimensión todavía más profunda. Un educador católico ayuda en la obra de Dios para que cada persona, cada alumno, transparente su esplendor único, ese con el que Dios (nadie menos!) soñó.
En un mundo que por momentos nos resulta sombrío o incierto, quienes acogen el llamado a educar se convierten en portadores de la luz de Cristo; estrellas-guías para tantos niños y jóvenes en el camino del amor, la verdad y la justicia. Como suele repetir nuestro Arzobispo la cita: “Educar es ciertamente difícil, sin embargo es posible, y en última instancia es bello”… No es fácil, lo sabemos. Pero es una misión de valor eterno.
En este día del Educador, renovemos nuestra fuerza en el Señor, que nos de la gracia para continuar con esta trascendente tarea. Que María, Madre y Maestra, guíe y proteja a cada educador siempre, y que el Espíritu Santo los ilumine para que sigan siendo instrumentos de Su Presencia en el mundo.
¡Feliz Día del Educador católico!
Comisión directiva JAEC