Fuente: La Nación, 23 de enero de 2020 – Ver artículo original
No nos cansaremos de pregonar que sin educación no hay futuro posible. Por esto es loable que el actual gobierno haya otorgado prioridad al relanzamiento del Plan Nacional de Lectura, una iniciativa que busca poner a la lectura en primer plano en las políticas educativas del país. Es también, sin duda, una buena noticia que la asignación de un presupuesto, lejos de ser un mero anuncio, se traduzca en hechos concretos que lleguen a las escuelas. Distintas iniciativas confluyen en buena dirección: la propuesta de 180 textos, uno para ser leído cada día del ciclo lectivo, así como “Una para que leamos todos”, que propone que un texto sea leído por toda la población, o la formación de una Red de Mediadores, sumados todos a la compra de libros para las escuelas, son pasos auspiciosos.
Aun cuando reste definir si el presupuesto de 400 millones de pesos para el primer cuatrimestre, destinado a la reedición de la colección Leer por Leer y a la compra de libros, es o no suficiente considerando que debe repartirse entre los 40.000 establecimientos educativos de nivel primario e inicial o entre los 65.000 establecimientos educativos del país, si incluimos a las secundarias y el nivel terciario, el anuncio de la cartera del flamante ministro Nicolás Trotta constituye un buen augurio.
Tratándose de un tema tan medular como el de propiciar la lectura, sería igualmente loable que el Ministerio de Educación de la Nación fomentara también la articulación con valiosas iniciativas del sector social que bregan desde hace muchos años por acercar la lectura a toda la comunidad y que se han mostrado exitosas, tanto en sus logros como en su penetración, en todo el país. Potenciar estas sinergias, sumando e incluyendo a todos los actores educativos y sociales, confirmaría que se ha planteado algo más que una estrategia coyuntural de gobierno para comenzar a darle la entidad que merece: la de una auténtica política de Estado.
Un proverbio africano dice: “Para educar a un niño hace falta toda una tribu”. Pues bien, para formar un lector, hace falta toda una Nación. Nada puede ser más cierto en un país en el cual tristemente hemos comprobado que tres de cada cuatro jóvenes no comprenden lo que leen. No hay futuro posible en un escenario tan preocupante. La lectura y la educación son derechos indiscutibles y todos los esfuerzos por garantizarlos no solo deben ser celebrados, sino también apoyados activamente por el conjunto de la sociedad.