Crece la demanda de apoyo escolar en los barrios. Hay niños que al finalizar la primaria no saben escribir ni leer de corrido. Alianza entre docentes de la UNC y centros vecinales para acompañar a alumnos y a familias.
Los problemas de alfabetización que se vienen observando desde hace tiempo en las escuelas de la provincia de Córdoba comenzaron en 2021 a quedar en evidencia o se profundizaron después de un año de educación virtual, a raíz de la pandemia del Covid-19, en la que muchos niños quedaron desconectados o con dificultades para mantener la continuidad de las clases.
No hay datos oficiales que permitan medir el impacto en los saberes que ocasionó el cierre presencial de las aulas en 2020, en especial en los sectores más vulnerables. Sin embargo, las escuelas, docentes de la Universidad Nacional de Córdoba y organizaciones sociales y comunitarias advierten que la situación es preocupante.
Los apoyos escolares en los centros vecinales de barrio Alberdi y de Villa Páez, de la Red Pueblo Alberdi, abiertos desde hace cuatro años, observan una demanda sostenida de este servicio. Hay niños en lista de espera.
De esta manera, en 2021, reforzaron la alfabetización mediante una alianza con docentes de la Facultad de Lenguas de la UNC, a través del proyecto de extensión universitaria “Propuesta de alfabetización en red en el marco de la pandemia/pospandemia”, dirigido por Bibiana Amado (doctora en Ciencias de Lenguaje) y por Fernanda Freytes (magíster en Lingüística Aplicada).
María Belén Arbelo Almada, maestra de primaria y coordinadora del eje de educación del centro vecinal de Alberdi y de la Red Pueblo Alberdi, explica que este año asisten 20 alumnos.
“Hemos tenido que cerrar cupo, por protocolo Covid no podemos aceptar más niños. Si aceptáramos a todos los que solicitan, serían al menos 50. Es muchísima la demanda”, explica.
En el centro vecinal de Villa Páez, la situación es similar. Allí asisten 20 niños de nivel primario y tres del secundario.
“Tenemos muchos pedidos y están en lista de espera. Estamos notando que los niños necesitan reforzar la lectoescritura. Observamos que hay chicos de cuarto, de quinto y de sexto grados que no leen de corrido, que les cuesta reconocer algunas palabras. Estamos construyendo junto con los profes de la Universidad nuevos saberes”, remarca Rocío Guevara, coordinadora del apoyo en ese vecindario.
En ambos centros vecinales, el acompañamiento escolar es personalizado, un alumno por profesor; todos los docentes son voluntarios.
Arbelo Almada explica que esos espacios, que surgieron por la necesidad de reforzar las tareas escolares, se convirtió con el tiempo en un lugar de integración familiar, con propuestas culturales que exceden el apoyo escolar.
RECUPERAR SABERES
Después del año de educación virtual, la demanda del apoyo escolar se multiplicó en los barrios y, en este caso, el proyecto de extensión universitaria permitió fusionar los saberes de quienes trabajan en el territorio con los académicos. Los resultados del trabajo colaborativo ya se están notando.
“Es el momento en que la Universidad tiene que estar, no podemos hacer oídos sordos a lo que está pasando socialmente”, considera Freytes.
Las dificultades en la alfabetización de los niños, que ya se observaban antes de la pandemia, se han ahondado. “Tenemos niños de edades distintas que están en ese camino de alfabetizarse. Es una necesidad para que avancen en otros aprendizajes”, apunta Arbelo Almada.
Las escuelas de Alberdi y de Villa Páez envían a los centros vecinales las listas de niños que requieren refuerzo escolar, y las familias ya conocen este servicio, que se ha convertido en una oportunidad.
María Belén aclara que la necesidad de apoyo no está vinculada a un fracaso de las escuelas, sino que las responsabilidades son colectivas.
“El niño se educa en la comunidad, la escuela no es el único espacio, hay muchas cosas que entran en juego. Esta bueno no verlo desde la carencia, sino que estamos acompañándonos en un proceso que es complejo. El niño se mueve en la escuela, en su casa, en el barrio, en la calle, en su club”, remarca.
Julia, mamá de Isaías (8) y de Pablo (10) que asisten al apoyo escolar, asegura que ese espacio es fundamental para la familia. “A mis hijos hay cosas que la escuela les enseña, les explica, pero no les queda muy claro. Yo como madre los ayudo, pero no tengo las técnicas de un docente para llegar a los niños”, sostiene Julia.
La mamá dice que el año pasado fue muy difícil para las familias. “Enviaban todo por WhatsApp, pero había cosas que no sabíamos explicarles. Este año hay mucha necesidad del apoyo escolar”, asegura.
SECUELAS DE LA PANDEMIA
Amado y Freytes, desde la Facultad de Lenguas, plantean que hoy es necesario trabajar “en terreno”, con acciones concretas de alfabetización.
“No sabíamos bien cuál era el panorama con el que nos íbamos a encontrar. Sí teníamos la certeza de la importancia de la alfabetización presencial y de la importancia que tiene el docente en esa alfabetización”, explica Amado.
Esto incluye una especie de “alfabetización familiar”, un apoyo técnico y emocional para los niños y sus padres que permita el acompañamiento y la valoración de los chicos.
Freytes cuenta que la idea original era capacitar a los capacitadores voluntarios en la alfabetización inicial en estrategias para enseñar a los niños a leer y escribir. Pero, finalmente, ambas directoras del proyecto decidieron sumarse también al plantel de docentes voluntarios y trabajar en los apoyos de los centros vecinales.
La alfabetización –subraya Freytes– es la necesidad más concreta que observan.
Amado explica que las dificultades en el aprendizaje de la lectura y escritura son de larga data. Pero hoy queda más en evidencia que hay niños de 11 años, casi finalizando el primario, que no saben leer de corrido o confunden letras.
“La pandemia ha profundizado una problemática que ya venía siendo analizada desde hace tiempo”, insiste Freytes.
Entre las secuelas educativas del confinamiento, las docentes observan, por ejemplo, que los niños de segundo grado que no han cursado primer grado presencial y tuvieron nula o intermitente conexión con la escuela no han adquirido pautas de alfabetización. Incluso, advierten regresiones; esto es, niños de segundo grado que manifiestan actitudes de sala de 5.
“Cuando pensamos la propuesta, la pensamos desde los derechos de los niños a la educación, a estar alfabetizados. El Estado debe ser garante de ese derecho”, dice Amado, y refiere que los niños de quinto grado que no saben leer ni escribir se enfrentan a la estigmatización.
Una maestra de sexto grado relató, en ese sentido, que detectó que un alumno no sabía leer ni escribir por la manera que copiaba sin comprender. El niño no lo expresaba por vergüenza.
“Hay que trabajar en términos vinculares, de confianza para que los chicos puedan encontrar un camino amigable para el aprendizaje”, opina Amado.
En esta línea, la propuesta de alfabetización incluye, entre otras técnicas, actividades lúdicas, con sonidos, con composiciones de palabras y textos en los que el niño aprende de manera placentera, casi sin darse cuenta de que lo está haciendo. También hay talleres de títeres, que impulsa la Secretaría de Extensión Universitaria de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC.
EL JUEGO, UN ALIADO
Fernada Freytes opina que es importante que el apoyo escolar acompañe el trabajo de la escuela. “Sobre la tarea que traen los chicos, nosotros podemos aplicar otras estrategias. El apoyo escolar tiene la ventaja de que les puede dedicar más tiempo y darles espacio a otras instancias, a jugar”, sostiene.
La experiencia de las docentes como investigadoras les permite hacer diagnósticos e implementar estrategias mientras se juega; como escribir en un cajón de arena con un palito, donde no existe el temor a equivocarse.
“Uno de los chicos en el cajón escribió muy bien su nombre; en el papel, omitió letras. En el cajón de arena, donde estaba jugando, relajado, no era evaluado”, analiza Freytes.
La docente cuenta que algunos niños, aunque saben escribir, lo hacen con muchas deficiencias, con omisiones o sustituciones de letras. Entonces hay que empezar a trabajar desde el lugar en el que el niño está.
“Tratamos de ir avanzando. No importa si tiene 8 o 7 años. Cuando hay una constancia en la estrategia, no es lento el camino, rápidamente puede incorporarse y seguir con lo que le correspondería. Vemos que las tareas que traen los chicos de la escuela a veces están muy alejadas de sus posibilidades. A una nena le pedían distinguir decenas y centenas y todavía no sabía distinguir las vocales o no sabía contar hasta cinco”, ejemplifica Freytes.
UN PROBLEMA COLECTIVO
María Belén Arbelo Almada plantea que hoy se asiste a un escenario que requiere un abordaje pedagógico, pero también social y político.
Freytes coincide: “Si un niño está en quinto grado y no sabe leer ni escribir, no es porque fracasó la maestra: fracasamos todos”.
“Hoy podemos decir que dentro de las escuelas públicas tenemos muchos niños con procesos de alfabetización inconclusos, a medio camino. En todas las escuelas que he estado como suplente, es un común denominador. Pienso que lo más fácil es echar culpas a individuos, en este caso a la docente, pero tiene que ver con un panorama mucho más complejo que no exime a nadie de su responsabilidad”, apunta Arbelo.
Fuente: La Voz