Experto en educación analiza lo que se espera de los primeros meses del regreso a clases y cómo se deben cuidar todos los detalles: desde la infraestructura, los profesores, hasta una atención personalizada para los alumnos.
Por Manuel Rodríguez Villegas / 5 de Mayo de 2022
El retorno a la presencialidad es una buena noticia tanto para estudiantes como para educadores y la comunidad educativa, porque la educación tiene que ser –sobre todo en etapas tempranas– personal.
Sin embargo, el éxito de este retorno a la presencialidad estará condicionado a que precisamente se cumplan los estándares necesarios para que se realice de la mejor manera. Por ejemplo, si un colegio no cuenta con agua potable, jabón, toallas, ventilación necesaria, todo eso va a predisponer a que no te sientas en un ambiente seguro.
Por otro lado, está ponernos en el rol del maestro, y pensar qué han hecho las instituciones educativas para preparar emocionalmente a los docentes para que puedan recibir a los estudiantes. Esta es una condición importante.
Lo tercero es preguntarnos a qué van a retornar a las escuelas. Si van a retornar a hacer lo mismo que en el año 2019, creo que no ha servido de nada la experiencia de estos dos años. Por el contrario si regresan con una mirada renovada, innovadora, con un sistema híbrido para aprovechar todos los aprendizajes de esta pandemia, creo que se pueden lograr grandes resultados.
En la educación básica regular se debe priorizar el retorno a actividades que promuevan el desarrollo y la salud física, el deporte, la actividad psicomotriz, la socialización entre alumnos, el intercambio de experiencias comunitarias. Y los recursos electrónicos con acceso a internet deben servir para mantener en línea ciertos contenidos, para justamente aprovechar la jornada escolar en actividades distintas que atiendan las necesidades más urgentes que tienen hoy los niños, que quieren conversar, jugar, moverse en un espacio seguro. No tendría sentido que regresen a un aula a escuchar a un profesor todo el día tomando notas.
LA CLAVE DE EVALUAR
Dentro de este esquema el retorno a clases debería ser una ocasión para que los educadores puedan evaluar los alumnos a su cargo para ver en qué estado se encuentran los aprendizajes de acuerdo a la edad que tienen, hablamos de comprensión lectora, escritura, dominio de las ciencias matemáticas, razonamiento, expresión oral, entre otras. Y se debe examinar con profundidad, porque evidentemente en estos dos años ha habido un problema de evaluar a distancia.
Entonces, hay que evaluar profundamente en los tres primeros meses, para establecer un diagnóstico y sobre ese diagnóstico hacer un plan remedial para los próximos dos años en las escuelas. De ese modo, se puede garantizar que aquellos que han tenido vacíos los llenen y los que han avanzado más, continúen en ese progreso y que no se retrasen.
Sobre todo en etapas tempranas, la educación –hasta los 10, 11 o 12 años, cuando los niños están logrando un autodominio con conciencia clara–, tiene que ser muy centrada en la persona. En esta crisis hay muchas posibilidades de que el alumno no haya logrado lo que se esperaba. Por ello hay que evaluarlo, haciendo un esfuerzo notable para diagnosticar los niveles de aprendizaje que han alcanzado los niños en estos dos años, porque esto va a garantizar también la motivación posterior para el aprendizaje.
Si le pido a un niño que comprenda lo que lea si nunca leyó un libro, la frustración puede acrecentarse y eso puede producir deserción escolar. Entonces, hay que tratar con mucho cariño de resolverlo, si no tenemos cuidado con eso será muy grave. Es como una pared que tiene agua por dentro y solo le echas pintura por fuera.
Hay niños que se podría decir que no han pasado por el colegio en estos dos años. Lamentablemente, es un punto que hoy por hoy va a producir una generación con desventajas. Por eso el rol de los decisores políticos en la educación debe privilegiar el diagnóstico, antes de invertir en soluciones.
Es una ocasión de colocar realmente a la educación en emergencia, pero como una emergencia que reclama la innovación educativa. Necesitamos que el Estado garantice espacios seguros para regresar tranquilos, cuidar la salud emocional de los profesores, y salir de los esquemas tradicionales que no son malos, pero nos damos cuenta que no pueden ocupar el 100% del espacio escolar.