María Gabriela Demaría: Prof. Lic. en Ciencias de la Educación. Prof. De Práctica Docente IV y Sujetos de la Educación Instituto Teológico de Córdoba
Los momentos extraordinarios de la vida en el mundo son siempre una invitación a mirarnos y a pensar. La pandemia que estamos atravesando de hecho lo es. Si recuperamos antecedentes históricos de las pandemias, la referencia próxima es la de 1918, mal llamada gripe española. En ella podemos identificar dilemas y circunstancias vinculadas con la educación y la escuela semejantes a las de la actualidad. El año pasado afrontamos, como instituciones educativas y como docentes, la urgencia de encontrar alternativas y desplegamos un circuito adaptativo para seguir enseñando, ayudados por los recursos tecnológicos de la época. El desafío de hacer escuela, sin escuelas abiertas y de seguir enseñando, nos interpelaba. Este 2021, con un nuevo dispositivo en marcha, que combina lo remoto y lo presencial, se presenta, a mi entender, como contenido propicio para recuperar y reflexionar ajustándonos a una premisa: nada volverá a ser como antes y nada tiene que volver a serlo, porque todos hemos cambiado. Quiero retomar algunos de los ejes que ya abordé en un texto anterior, “Un paréntesis para la reflexión” (Demaria, 2020): el mundo escolar, la práctica de la enseñanza y el aprendizaje. Sostengo que son tres ejes fundamentales para pensar los cambios de la educación sistemática en el año 2021 pero, en esta oportunidad, voy a circunscribirme a las prácticas de la enseñanza como motor del cambio educativo. ¿Qué desafíos presenta hoy el querer enseñar en nuestras escuelas y qué desafíos presenta hoy enseñar a enseñar a los futuros profesores?
La pandemia como todo momento de crisis vino a ser para la práctica de la enseñanza un gran espejo, reflejó y lo hace aún, todos aquellos aspectos del mundo escolar que ya no pueden persistir amparados en el modelo de una escuela tradicional, reguladora y meramente transmisora. Como punto de partida la pandemia nos enfrenta con la responsabilidad de seguir educando. En un mundo que muestra las inequidades sociales y la manipulación de los sectores más vulnerables, la educación es emancipadora. En un tiempo donde el peligro de una enfermedad restringe, afecta, quiebra, desgasta el lazo social, la educación es la alternativa para crear mundos posibles.
Pretender enseñar hoy, invita a tejer una nueva trama, anudando esos puntos claves que hay que atender para no destejer la red de contención y promoción que es la educación y, especialmente la escolaridad. Partiendo de la responsabilidad de sostener la educación como un derecho social, la búsqueda de una renovación de las prácticas, interroga al cómo. ¿Cómo enseñar a las niñas, niños y adolescentes en pleno confinamiento social? Hoy, la pregunta se renueva y podría formularse así: ¿Cómo seguir enseñando en este tiempo y cómo formar a las nuevas generaciones de docentes? Tendremos para empezar a respondernos, a partir de asumir, parafraseando a Maggio, que la pandemia espejó, puso de manifiesto, un modo de plantear la enseñanza que ha perdido relevancia y que para recobrarlo, tendremos que atrevernos a observar con mucha atención la realidad y dejarnos interpelar por un tiempo que nos pone a la intemperie, cuestionar estilos establecidos, formatos, contenidos y espacios seguros y amigables.
A manera de items orientadores les propongo un decálogo con claves, desde las cuales orientar una lectura crítica que promueva la transformación de las prácticas de la enseñanza, entendiendo que son el eje identitario del trabajo de los profesores y, además, que pueden orientar la promoción de movimientos innovadores en un momento en el que, el mínimo gesto, puede promover una alternativa en las experiencias educativas. Empecemos a puntualizarlas.
*La observación se presenta como clave de apertura en la inseguridad de no saber, por lo inédito de las circunstancias y la corta experiencia en la bimodalidad del cursado. Es la posibilidad de recuperar de manera descriptiva aquello que acontece en las aulas y recobrar el sentido y los efectos de lo que hacemos cuando pretendemos enseñar.
*Los objetivos, conocidos componentes de la planificación de la enseñanza, se ponen en análisis ante la imperiosa necesidad de recuperar y cuidar la vida, en un momento en que las rutinas que imprimían algo de estabilidad, han quedado tambaleantes. En cuanto parámetro orientador, necesitan recuperar la profundidad del sentido.
*Las herramientas son una imagen simbólica de aquello que es necesario para elaborar, producir y obtener. Son de corte emocional, social y cognitivas, e implican promover en el despliegue de los aprendizajes, el desarrollo de las capacidades y habilidades que todos disponemos para lograr los objetivos, siendo cada vez más independientes de los maestros, de los padres y mediante el trabajo colaborativo entre pares, como alternativa de aprender juntos y resolver consensuando.
*El trabajo colaborativo, se suma en el cuarto lugar, como la alternativa que viene a quedarse. La colaboración es la alternativa para salir de la crisis. Aprendizajes colaborativos entre estudiantes, enseñanza colaborativa entre docentes. Esto requiere de condiciones institucionales y de una gestión que lo promueva.
*La formación profesional de las nuevas generaciones de docentes, se articula con lo que venimos puntualizando. Es necesario renovar la formación docente para apropiarse del significado y la función social de la profesión en estos momentos. Tenemos que hacer foco en la renovación del cómo, entendiéndolo como “entre”, intersticio donde algo vital y transformador puede pasar. Las instituciones de nivel superior, tienen que atreverse al compromiso de generar marcos de referencia resultantes de la investigación, la lectura y la reflexión sobre lo que ocurre en las aulas.
*La pausa es, sin lugar a dudas, una clave posibilitadora. Luego del cimbrón adaptativo del año pasado, necesitamos recuperar una de las principales virtudes de la educación, parafraseando al maestro (Skliar., 2021), la virtud de la detención, de la pausa, de darnos y dar tiempos para pensar, para leer, para escribir, para aprender, para hablar… Un tiempo de paciencia para reencontrarnos y para retomar aquello que vale la pena y desechar el resto. Porque lo vivido tiene que dejar una enseñanza a una escuela y unos profesores que no fuimos indiferente al reflejo del espejo de la crisis pandémica. La paciencia es la espera del otro, es pensarnos en los vínculos intersubjetivos que están re-aprendiendo los modos en estos nuevos escenarios.
*Los valores humanos básicos como contenido prioritario, son el hilo conductor hacia el currículum y hacia las prioridades que vinieron dadas por encargos sobre qué enseñar en la presencialidad acotada y recuperada. Entiendo el retorno a la enseñanza presencial en el edificio escolar, como esa instancia familiar que invita a compartir. Desde esta visión, son momentos imperdibles para propiciar, en primer lugar, experiencias que tienen que ver con el respeto, la solidaridad y la empatía.
*La enseñanza como convite es una invitación a encontrar, en este marco, nuevas formas para intervenir. Esta palabra “convite” (Duschatky, 2019) refiere a convidar e invitar para dar lugar a un espacio inédito en un tiempo inédito, que necesita profesores arriesgados donde la clase sea verdaderamente una invitación potente y al mismo tiempo flexible para despertar ganas, deseo de aprender.
*La evaluación no puede quedar escindida de estas claves de innovación. No puede cambiar la enseñanza y permanecer inerte la evaluación. El cómo, le llega a esta instancia y hay que poner entre signos de pregunta a las prácticas evaluativas, ya que están concatenadas a las experiencias de aprendizaje propuestas. Una enseñanza colaborativa y productiva, requiere de una evaluación formativa, re-formuladora de los aprendizajes, que implique al sujeto en el reconocimiento de sus potencialidades, limitaciones y nodos de esfuerzo.
*Incorporar la tecnología, es sin duda otra cuestión clave, una vez que hemos sorteado la tensión que se generó entre la resistencia y la familiarización. Pero no tenemos que olvidar que estas incorporaciones, develan una cuestión inequitativa en cuanto a la accesibilidad a los recursos digitales y a la conectividad que una educación emancipadora, en clave de derecho, no puede ignorar y que, de alguna manera, todo profesor tiene que hacerse cargo desde su denuncia hasta la búsqueda incansable de creativa compensación.
Cerrando este listado, cabe decir que la pandemia pasará, pero que nosotros no podemos retroceder a las prácticas a las que estábamos acostumbrados. ¿Podremos voltear el timón y hacer un giro tan profundo en la cotidianeidad de nuestras acciones como enseñantes? Tal vez no se trate de movimientos bruscos que ocasionen quiebres, sino más bien, de pequeñas inclinaciones que permitan recuperar sentidos y el trabajo de muchos años, monitoreando siempre el para qué y para quiénes hacemos lo que hacemos. Con quiénes y dónde podremos reformular la enseñanza como un modo de reconstruir un mundo que está herido y que necesita refundarse.
Fuentes consultadas:
- Carlos Skliar y Jorge Larrosa (comp). (2016). Expereincias y alteridad en educación. Rosario: Homo Sapiens.
- Davini, M. C. (2015). La formación en la práctica docente. Buenos Aires: Paidos.
- Demaria, M. G. (2020). Scribd. Recuperado el 12 de 5 de 2021, de
https://es.scribd.com/document/471873854/Demaria-G-Una-parentesis-para-la-reflexion-pdf - Duschatky, L. (2019). ¿Cómo disfrutar de mis clases? Madrid: Morata.
- Maggio, M. (2021). Educación en Pandemia. Buenos Aires: Paidos.
- Skliar., C. (10 de 5 de 2021). Noveduc.com. Obtenido de https://www.noveduc.com/noticia/1607
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