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Impulsar una verdadera revolución tecnológica implica concentrarnos menos en la tecnología y más en la educación

“El punto de partida debe ser defender a la educación como un derecho de toda persona a lo largo de su vida”.

Desde fines del siglo pasado, la informática y las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) y, más recientemente, las tecnologías digitales y la inteligencia artificial, han penetrado en la economía, la política, la cultura y toda la sociedad, impactando irreversiblemente en las prácticas convencionales de cada sector.

En la educación, la integración de tecnologías también ha generado diferentes innovaciones entre las que destacamos cuatro. La primera de ellas es la evolución de modalidades de formación abiertas y a distancia, hacia modelos de educación virtual (hoy llamados híbridos), que incorporan sistemas de telecomunicación y de gestión de la información que facilitan la mediación pedagógica y nuevas formas de interacción.

A estos cambios se suma también el desarrollo de nuevos formatos de distribución de contenidos y de una oferta formativa accesible a través del “mobile learning” gracias a dispositivos cada vez más pequeños, como las tabletas y los celulares. Esto viene acompañado de aplicaciones y recursos educativos digitales con los que el estudiante puede interactuar, acceder y manipular contenidos, como los simuladores y softwares adaptativos. La combinación de formatos y canales digitales aunados a la realidad virtual, la realidad aumentada, la inteligencia artificial, los servicios de internet y las redes sociales ofrecen nuevos escenarios disruptivos, como el caso metaverso, para el aprendizaje.

Es importante además resaltar el desarrollo de plataformas de gestión académica y de bibliotecas que han digitalizado y optimizado la administración de las fuentes de información y procesos académicos institucionales. Basados en buenas prácticas, estándares de interoperabilidad y la potencia de la inteligencia artificial, proporcionan sistemas potentes para obtener, procesar y gestionar datos a lo largo del ciclo de vida del estudiante, lo que constituye una fuente de información sin precedentes para la toma de decisiones en la educación.

El despliegue de tecnologías es imponente y exponencial. El Horizon Report: Teaching and Learning 2022 destaca que, con la experiencia radical que ha significado el confinamiento por el COVID 19 y la experiencia de una educación remota, muchas de estas innovaciones han llegado para quedarse y que no habrá vuelta a la «normalidad» para muchas instituciones educativas.

Sin embargo, para hablar de una revolución tecnológica en educación no es suficiente adoptar nuevas modalidades, formatos, recursos y plataformas tecnológicas. En primer lugar, porque su aprovechamiento e impacto aún es limitado en los diferentes niveles educativos, debido a las brechas de infraestructura e inversión, entre otros factores. Y, en segundo lugar, porque si bien su uso mejora la experiencia de aprendizaje (por ejemplo, con nuevos recursos digitales), el proceso educativo en sí mismo no se ha transformado, ya que sigue las mismas reglas y parámetros con los que opera el sistema educativo en los últimos siglos. Impulsar una verdadera revolución tecnológica en la educación en el siglo XXI implica concentrarnos menos la tecnología y más la educación.

El punto de partida debe ser defender a la educación como un derecho de toda persona a lo largo de su vida. La revolución tecnológica, debe comenzar asegurando conectividad de calidad para acceder a la información y desarrollar una trayectoria de aprendizaje en cualquier momento y lugar, apostando por contenidos y aplicaciones en formatos abiertos y con una perspectiva intercultural, para democratizar el acceso a recursos de calidad. Este hito es urgente para cerrar las brechas que nos impiden construir un futuro en el que todos y todas estén incluidos, especialmente las brechas de aprendizaje acentuadas durante el período de pandemia.

El punto de inflexión debe inspirarse en el propósito de la educación. En línea con los ODS y el Proyecto educativo Nacional (PEN2036), la educación debe generar condiciones para el desarrollo de una ciudanía plena. Por ello necesitamos soluciones para gestionar sistemas educativos flexibles e inclusivos que integren múltiples modalidades, espacios, tiempos y formas de validación de trayectorias de aprendizaje a lo largo de la vida. Si no repensamos el diseño de los sistemas, lo que estaremos haciendo es proponer “soluciones” tecnológicas empaquetadas con parámetros de un sistema ya caduco.

Urge involucrarse en la cocreación de soluciones integrales, pues esta revolución no es una tarea ni de informáticos ni de educadores, sino de equipos multidisciplinares e intersectoriales alineados con una visión de futuro acerca de la educación. El despliegue de esta revolución debe apoyarse en redes de instituciones educativas para crear respuestas sostenibles, soportadas a nivel macro con un sistema que conecte cada nivel, permitiendo la trazabilidad de la experiencia educativa de cada persona a lo largo de su vida.

Por último, el punto clave de la revolución son las personas. Necesitamos enfocarnos en el desarrollo de competencias digitales, pero sobre todo habilidades socioemocionales que nos equipen para autodirigir nuestros aprendizajes y desarrollar su ciudadanía digital, desenvolviéndose en ecosistemas digitales de aprendizajes, de manera productiva, creativa, respetuosa y segura.

La revolución tecnológica en la educación no puede esperar más, porque compromete el futuro y el presente de la formación de la ciudadanía del siglo XXI.

Referencias:

Informe Horizon 2022: tendencias y las tecnologías y prácticas que configuran el futuro de la enseñanza y el aprendizaje