• Día del EDUCADOR CATÓLICO

  • Santa Misa: Solemnidad de Corpus Crhisti

  • UBP + JAEC Conocé los beneficios a los que podés acceder

  • ¡Tu Pueblo te espera!

Best For Your Success.

Innovative Solutions To Move Your Business Forward.

Invest in Our Company and Have Healthy Profits for Long Term

Horem ipsum dolor consectetuer adc Lorem ipsum consecte simply dummy orem commodor adipiscing.

Horem ipsum dolor consectetuer Lorem ipsum simply dummy orem commodor adip.

Discover More

Horem ipsum dolor consectetuer Lorem ipsum simply dummy orem commodor adip.

Discover More

Horem ipsum dolor consectetuer Lorem ipsum simply dummy orem commodor adip.

Discover More

Grow Customer Relationships Via Technology Solutions.

Horem ipsum dolor consectetuer adc Lorem ipsum consecte simply dummy orem commodor adipiscing. Horem ipsum dolor consectetuer Lorem ipsum simply dummy orem commodor adip.

Awesome Portfolio

Horem ipsum dolor consectetuer adc Lorem ipsum consecte simply dummy orem commodor adipiscing.

Horem ipsum dolor consectetuer adc Lorem ipsum consecte simply dummy orem commodor adipiscing.

Horem ipsum dolor consectetuer adc Lorem ipsum consecte simply dummy orem commodor adipiscing.

Gordo Novak

Founder/ CEO

Horem ipsum dolor consectetuer adc Lorem ipsum consecte simply dummy orem commodor adipiscing.

Gordo Novak

Founder/ CEO

Latest Articles

We create unique and efficient digital solutions. Horem ipsum dolor consectetuer Horem ipsum dolor consectetuer ipsum orem commodor

La actitud de Jesús para con los enfermos: consuelo y esperanza en tiempos de pandemia

Eduardo Casas

En tiempos de pandemia donde tanto se ha visto contagiados y enfermos; y donde innumerables familias han despedido a sus seres queridos, el valor de la vida y de la salud   -dones tan frágiles como apreciados- han cobrado mayor importancia en la salud personal, familiar y social.

Para los creyentes, la vida y la salud son -principalmente- dones que Dios nos confía para una sabia y prudente administración. Leer los textos del Evangelio donde Jesús tiene un vínculo tan especial con los enfermos nos ayuda para adquirir una mirada de fe sobre el momento que estamos viviendo y sobre la actitud del Señor que nos revela, en estas difíciles circunstancias, su actuar poderoso.

El Evangelio muestra, en varias ocasiones, la preocupación y el cuidado que Jesús tenía para con los más pequeños, vulnerables, sufrientes y enfermos. Siempre tuvo, para con ellos, una actitud compasiva, misericordiosa y empática, manifestando cercanía, humanidad, sensibilidad, contención y protección.

Cuidó a las multitudes hambrientas (cf. Mt 14,13-21; Jn 6, 1-15), a los niños (cf. Mt 19,13-14; Mc 10,13-16; Lc 18, 15-17), a sus discípulos atemorizados en medio de una tempestad (cf. Mt 8,23-27, Mc 4,35-41, Lc 8,22-25). Además, curó a la suegra de Pedro que padecía fiebre (cf. Mt 8,14-17; Lc 4,38-41); a la mujer que sufría flujo de sangre (cf. Lc 8,43-48); a la hija de la mujer siro-fenicia que tenía ataques (cf. Mt 7,24-30; Mt 15,21-28); a Bartimeo, ciego de nacimiento (cf. Mc 10,46-52); al criado del centurión romano (cf. Mt 8, 5-13); a  diez leprosos  (cf. Mt 8,5-13) y a dos ciegos que pedían limosna (cf. Mt 20,29-34); a una mujer encorvada (cf. Lc 13,10-17); al paralítico que sus amigos descolgaron por el techo de la casa (cf. Mc 2,1-12; Lc 5,17-26); al hombre de la mano paralizada (cf. Mt 12, 9-14, Mc 3, 1-6; Lc 6, 6-11); al endemoniado epiléptico (cf. Mt 17,14-27); al tartamudo sordo (cf. Mc 7,31-37); al paralítico de la piscina de Siloé (cf. Jn 5,1-16), y a muchísimos otros enfermos más. Y como si todo esto fuera poco, revivió a la hija de Jairo (cf. Mc 5,21-43), al hijo de la viuda de Naín (cf. Lc 7,11-17), y a su amigo Lázaro (cf. Jn 11,1-23).

En el Evangelio de San Lucas, hay una hermosa síntesis de su ministerio de sanación: “todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo Él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba.” (4, 38-40).

Jesús, en su ministerio de curaciones extraordinarias, rompió con la tradición del Antiguo Testamento la cual concebía que la enfermedad tenía una íntima conexión con el pecado personal, la maldición que caía sobre la persona y la muerte que acarreaba como castigo de Dios. Todo enfermo era sospechoso de infidelidad a Dios y se lo consideraba culpable de algo. Basta recordar el caso de Job.

Jesús rompió con la lógica de esa ética (cf. Jn 9,2-3). En el caso de la mujer encontrada en adulterio, después de ser perdonada le advirtió “vete y no peques más” (8,11), ya que, en dicha circunstancia, la mujer deliberadamente había optado por la infidelidad y ciertamente no estaba físicamente enferma. Marcó así Jesús una distinción entre los enfermos que no tenían responsabilidad personal de sus dolencias y los pecadores que debían asumir las consecuencias de sus acciones libres.

Jesús se sentía llamado a acercarse privilegiadamente a enfermos y pecadores, no a los sanos y justos, sino a los enfermos y a los pecadores (cf. Mt 9,12; Mc 2,17). Ellos fueron su opción y su amor preferencial. El Señor no se acercaba a los enfermos, con la preocupación de un médico por resolver el problema biológico causado por la enfermedad, sino que su acción manifestaba la irrupción de la gracia y la novedad del Reino otorgando la salud integral. Los milagros curativos eran, no sólo para la sanación física, sino sobre todo para la completa salvación.

Jesús no fue simplemente un curador de enfermedades y un rehabilitador de la salud física, sino el Mesías, el Redentor, el Salvador y el Liberador de todas las opresiones (cf. 1 Jn 3, 8). Por eso no se detenía ni siquiera ante las leyes y normas religiosas, que mandaban no trabajar el sábado, día dedicado al Dios de los judíos (cf. Ex 20,8-11; Dt, 5,12-14; Jr 17,21-22.27). Jesús se autoproclama “Señor del sábado” (Mt 2,27-28). Comienza su ministerio público y predica en un día sábado (cf. Lc 4,16-30); echa fuera a los demonios y sana en el día de descanso (cf. 4,31-39) y sus discípulos toman lo que no está permitido en día sábado (cf. Mt 12,1-8; Mc 2,23-28; Lc 6,1-15). Tampoco en ese día se podía tocar a los enfermos, particularmente a los leprosos, para no contaminarse de su impureza (cf. Lv 13,1-59). Ni tener contacto con los muertos (cf. 11,24.31).

La acción terapéutica de Jesús es una consecuencia de la gracia del anuncio del Evangelio y del Reino: “vayan y cuenten a Juan lo que oyen y ven: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (Mt 11, 2-6).

Jesús no actuaba como un profesional de la medicina, ni como un sacerdote del Antiguo Testamento a quien correspondía realizar ritos de purificación (cf. Lc 17,14). El mensaje que Él tiene para con el sufrimiento humano lo alumbra desde la experiencia de su propia Cruz (cf. Mt 16,24): “sus heridas nos han sanado” (1 Pe 2,25; cf. Is 53,5). Su sangre nos purifica (cf. Hb 9,14), nos compra (cf. Ap, 5,9; 1 Co, 6,19; 7,23; 1 Pe 1,18-21; Hb 17,11) y nos sana de todas nuestras opresiones y dolencias.

El cristiano tendrá que participar en ese dinamismo de la gracia redentora de la Cruz: “completo en mi carne lo que falta a la pasión de Cristo” (Col 1,24), sabiendo que es nuestra carne la que se completa y se santifica en la Pasión del Señor y no la Pasión del Señor la que se completa en nuestra carne. Es por eso que, como el Apóstol, todo discípulo puede decir: estamos “afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos. Llevamos siempre en nuestro cuerpo, por todas partes, la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo” (2 Co 4,8-9).