“La educación es uno de los temas centrales del pontificado de Francisco, que en octubre de 2020 relanzó la propuesta de un “pacto global” dirigido a todos los actores educativos de la sociedad para el futuro de las nuevas generaciones. ¿Cómo se compromete el Dicasterio a apoyar y poner en práctica el compromiso promovido por el Papa?”
Desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco, siguiendo su estilo pastoral anterior, ha insistido en la necesidad de invertir en los talentos de todos, y especialmente de las generaciones más jóvenes, para hacer madurar una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora. Con el lanzamiento del pacto educativo renovó la invitación a forjar una alianza para encontrar una convergencia global para una educación que sepa unir a todas las personas y a todos sus componentes, para encontrar soluciones a los problemas del cambio de época en curso, iniciar procesos de transformación sin miedo y mirar al futuro con esperanza. Esta invitación se ha dirigido a todos: profesores, estudiantes, padres, sociedad civil; a todos los saberes y disciplinas; a las diversas expresiones intelectuales, científicas, artísticas, deportivas, políticas, económicas y empresariales en favor de los jóvenes.
La Congregación para la Educación Católica, encargada de acompañar la puesta en marcha de este proyecto, además de promover una serie de conferencias y eventos para profundizar en los distintos perfiles del pacto educativo, realizados inmediatamente después del primer mensaje del Santo Padre -del 12 de septiembre de 2019-, comenzó a monitorear y recoger las experiencias más significativas iniciadas por las escuelas y universidades católicas y muchas otras instituciones educativas en muchos países del mundo. Ante la proliferación de iniciativas y la perspectiva de su constante desarrollo en los próximos años, se creó un Comité con la Fundación Pontificia Gravissimum educationis, la Universidad Lumsa y la Universidad Católica del Sagrado Corazón, que ha elaborado un práctico vademécum para educadores y un libro con orientaciones para las universidades. Mientras que la primera herramienta desarrolla los objetivos del pacto indicados por el Papa, las orientaciones ilustran cinco áreas temáticas en las que el pacto puede encontrar una adecuada articulación para las iniciativas académicas, científicas y culturales: dignidad y derechos humanos; fraternidad y cooperación; tecnologías y ecología integral; paz y ciudadanía; culturas y religiones.
Teniendo en cuenta que la propuesta de un pacto educativo pretende encontrar una convergencia global en una “casa común” para los habitantes de la Tierra, y de una alianza generadora de paz, de justicia, de aceptación entre todos los pueblos y de diálogo entre las religiones, el trabajo del Dicasterio se lleva a cabo en colaboración con otros organismos de la Santa Sede, en una fructífera colaboración.
¿Qué tipos de instituciones educativas son competencia de la Congregación y qué tareas se les asignan en cuanto a la organización, dirección y promoción de sus actividades?
La Congregación tiene la tarea de profundizar, desarrollar y promover los principios fundamentales de la educación católica como han sido propuestos por el Magisterio de la Iglesia, tanto en el contexto del Pueblo de Dios como en el de la sociedad civil. En este sentido, se compromete a garantizar que los fieles puedan cumplir sus obligaciones en este ámbito y que la sociedad civil también reconozca y proteja sus derechos. En este contexto, es significativo el diálogo constructivo con las instituciones estatales y los organismos internacionales.
En particular, la Congregación establece directrices para las escuelas católicas, muchas de las cuales son instituidas y dirigidas por congregaciones religiosas, y ayuda a los obispos diocesanos en su tarea de supervisar la calidad del servicio ofrecido por estas escuelas, la formación de los formadores, la educación religiosa y la atención pastoral de los alumnos. Además de las escuelas, el Dicasterio vigila las universidades católicas, asistiendo a los obispos para que, elaborando las normas de aplicación de la Constitución Ex corde Ecclesiae, acompañen a estas instituciones académicas en la profundización de las diversas disciplinas, teniendo en cuenta la inspiración cristiana, y en la promoción de las diversas formas de pastoral universitaria.
Además, una competencia específica de la Congregación se refiere a las Universidades e Institutos de Estudios Eclesiásticos. Aplicando la Constitución Apostólica Veritatis gaudium (aprobada por el Papa Francisco el 8 de diciembre de 2017), ratifica los estatutos de dichas instituciones, ejerce una alta dirección sobre ellas y vela por que en la enseñanza doctrinal se garantice la calidad y se salvaguarde la integridad de la fe católica. Hay unas 217 mil escuelas católicas en el mundo, con más de 60 millones de alumnos. Hay 1.360 universidades católicas y 487 universidades y facultades eclesiásticas, con sus institutos afiliados y asociados. Hay unos once millones de estudiantes en centros de enseñanza superior.
¿Cuántas personas trabajan en el Dicasterio y cómo se organizan sus actividades? ¿Qué partidas de gasto tienen mayor impacto en el presupuesto y a qué áreas de “misión” corresponden?
En el Dicasterio trabajan 29 personas, procedentes de doce países diferentes, distribuidas en la Oficina de las Escuelas, la Oficina de las Universidades, el Departamento de Organismos Internacionales y en los demás servicios: economato, protocolo, archivos, biblioteca, informática y conserjes. La partida más importante son los costes de personal, a los que hay que añadir los servicios informáticos, que últimamente se han convertido en algo absolutamente esencial para apoyar el trabajo de las instituciones educativas de todo el mundo. También están los gastos de impresión (Revista del Dicasterio y de los distintos documentos), así como la contribución para los trabajos de asesoría encomendados al grupo de consultores. Los eventos especiales, es decir, las conferencias, los seminarios de estudio o los congresos, que se organizan en diversas circunstancias, son sufragados en parte por el Dicasterio y en parte por contribuciones externas. Desde hace seis años, la Fundación Pontificia Gravissimum educationis, creada por el Papa Francisco para apoyar la investigación y los nuevos proyectos en el campo de la educación, está alojada en la Congregación y emplea a cuatro personas.
Por medio del Dicasterio, la Santa Sede asegura también su acción “diplomática” a nivel internacional en el ámbito cultural y académico, adhiriéndose a acuerdos e iniciativas a diversos niveles. ¿Qué principios la inspiran y cuáles son los resultados más significativos de esta acción?
El Dicasterio, además de colaborar con las numerosas asociaciones internacionales de escuelas, de universidades católicas, de padres y de ex alumnos, mantiene un cuidadoso contacto con organizaciones internacionales como la Unesco, el Consejo de Europa y la Unión Europea, en estrecha colaboración con la Secretaría de Estado. Se garantizan relaciones constantes con los Observadores de la Santa Sede en estos organismos, de los que la Congregación recibe información sobre las estrategias desarrolladas, los temas en estudio y los eventos promovidos. Además del trabajo interno de los funcionarios que siguen estas actividades, en diversas circunstancias particulares se eligen expertos cualificados que son enviados a reuniones programadas para llevar la opinión de la Iglesia y conocer las orientaciones que se están desarrollando y que tienen repercusiones evidentes en el trabajo de las instituciones educativas católicas.
A raíz del Proceso de Bolonia, en 2007 se creó la Agencia Avepro: ¿qué papel desempeña en el fomento de una cultura de la calidad en las instituciones académicas? ¿Cuáles son las tareas del Centro de Reconocimiento Internacional?
En septiembre de 2003, en una de las reuniones periódicas de los Ministros de Universidades de los países que ya formaban parte del Proceso de Bolonia, la Santa Sede también se adhirió al proceso y fue acogida en este importante proceso de colaboración, que inicialmente se puso en marcha a nivel europeo y ahora se ha extendido a otros continentes. El objetivo es facilitar la movilidad internacional de profesores y estudiantes de estudios superiores, adoptando una serie de criterios que permitan reconocer los estudios académicos entre los países que forman parte del Proceso. Para las instituciones eclesiásticas ha sido un paso importante que, bajo la guía del Dicasterio, las ha llevado a revisar diversos aspectos de la vida académica, centrándose sobre todo en la calidad de los estudios. Uno de los objetivos inherentes al Proceso de Bolonia fue el compromiso de crear una agencia en cada país miembro para controlar la calidad de los estudios. También en la Santa Sede, Benedicto XVI creó en 2007 una agencia de este tipo, llamada Avepro, para subrayar no solo su tarea de evaluación, sino sobre todo la de ayudar a promover el desarrollo y la calidad de los estudios eclesiásticos. Como ocurre en todos los demás países, cada institución de estudios superiores de la Iglesia cuenta con una unidad de autoevaluación para controlar la coherencia y la eficacia de la vida académica. Avepro, que es un organismo independiente del Dicasterio, realiza una evaluación externa de cada institución cada cinco años, elaborando un informe final sobre la misma.
Por lo que respecta al Centro de Reconocimiento Internacional, todos los países adherentes a una de las convenciones de la Unesco sobre este tema están obligados a disponer de una oficina especial para promover el reconocimiento y proporcionar información sobre los sistemas educativos nacionales, incluida una base de datos de todas las instituciones de enseñanza superior reconocidas. La Santa Sede, al ser signataria de cuatro Convenciones regionales y por estar comprometida con la promoción de la Convención mundial recientemente adoptada en la Unesco, ha creado también el “Centro Internacional de Reconocimiento”, dentro de la Congregación para la Educación Católica. Su competencia se extiende a todo el mundo, con derecho a tomar decisiones vinculantes y a gestionar la base de datos, accesible en el sitio web correspondiente, de todas las instituciones de enseñanza superior erigidas o aprobadas por la Santa Sede.
A nivel mundial la pandemia ha tenido un profundo impacto en la forma de educar, penalizando el sistema de relaciones personales y empobreciendo también los recursos y las fuentes de apoyo de las instituciones educativas. ¿En qué medida afectará esta situación a la educación de las nuevas generaciones? ¿Cuáles son las indicaciones y prioridades de acción que sugiere la Congregación en este campo?
La pandemia ha acelerado y amplificado muchas de las urgencias y emergencias que se vivían, y ha puesto de manifiesto muchas otras, entre ellas las que afectan al ámbito educativo. Nos enfrentamos a una especie de “catástrofe educativa” debido a que unos diez millones de niños se han visto obligados a abandonar la escuela, además de los 250 millones de niños en edad escolar que están excluidos de todas las actividades educativas. Para hacer frente a esta emergencia se crearon rápidamente plataformas educativas basadas en la informática, pero la marcada disparidad tecnológica, junto con otras deficiencias, ha hecho que la brecha educativa sea aún más pronunciada en todas partes. Ante esta situación, que no se resolverá en poco tiempo, la Congregación sugiere dos indicaciones. Por un lado, es necesario atender la emergencia lo antes posible con herramientas tecnológicas y con una actualización del profesorado para un esfuerzo inmediato de acompañamiento educativo, para sanar las nuevas marginaciones que se han creado. Por otro lado, hay que hacer un esfuerzo por desarrollar un nuevo modelo cultural que dé un giro al actual modelo de desarrollo y adopte paradigmas pedagógicos capaces de proteger la dignidad de las personas, promover procesos de socialización adecuados en la perspectiva de la fraternidad universal y fomentar un enfoque transdisciplinar del conocimiento para formar a las nuevas generaciones como protagonistas del bien común.