Hoy la razón, los convencionalismos e incluso las técnicas terapéuticas, buscan disuadir al ser humano de arriesgarse, de jugarse, de animarse a logar sus objetivos nacidos de la intuición y de los sentimientos.
Vemos, con no poco estupor y sorpresa, como en la actualidad los seres humanos renunciamos a obtener la felicidad que nos indica nuestros corazones e intuición. En su lugar pretendemos aplicar el puro razonamiento psicológico de preservarse, de no arriesgar, el temor al fracaso, a no dañarse, que más vale solo o dejar algo que luce complicado, en definitiva a ensalzar el individualismo en toda su expresión. Que muchas veces, renunciamos a personas, proyectos e ideas que todo nuestro ser nos dice que es lo que deseamos real y verdaderamente, y que no son frutos de espejismos, sino que son sentimientos, sensaciones y pensamientos largamente trabajados en nuestra psiquis. Pero que muchas veces, la conveniencia, la oportunidad, la comodidad, el apostar a lo seguro, el analizar miles de variantes de situaciones y escenarios no vividos pero que generan inseguridades, a buscar soluciones rápidas, nos inclina a que la RAZÓN, ayudada por justificativos de cabotajes y para la ocasión, nos haga desistir de todo aquello que nuestro SER entiende nos dará un bienestar verdadero y de base cierta, por la necesidad practica de salir de situaciones o proyectos que luces como complejos.
El pensamiento lógico siempre va a encontrar una escusa que justifique nuestra decisión de desechar lo que realmente queremos, ya que ese razonamiento está claramente condicionado por las experiencias del pasado, por los prejuicios, por los temores, y siempre nos presenta miles de escenarios negativos, que la mente justifica buscando en el arcón de los recuerdos del pasado, o muchas veces en las experiencias de otros, que nunca nosotros vivimos, pero que la mente la utiliza como antecedente, como una suerte de jurisprudencia valida aplicable a nosotros también, como si todos los seres humanos fuéremos iguales en todo. Hoy la razón, los convencionalismos e incluso las técnicas terapéuticas, buscan disuadir al ser humano de arriesgarse, de jugarse, de animarse a logar sus objetivos nacidos de la intuición y de los sentimientos. Como si taparlos, con soluciones rápidas, o tratando de buscar causas del pasado, van a reparar el deseo, la inquietud y la necesidad de dicha que todo ser humano naturalmente tiene. El concepto de felicidad entonces se racionaliza, y DA paso a las conveniencias y a las supuestas seguridades en una sociedad moderan hipercomunicada y siempre cambiante, siempre competitiva, en donde, seguro habrá nuevas oportunidades, por ello, por que quedarse con aquello que nos propusimos y que pensamos que era lo mejor para nosotros no desde la razón sino desde la intuición. El mercado de las relaciones del mundo seguro nos ofrecerá algo, y por lo tanto, podremos TAPAR aquello que queríamos y deseábamos con otra cuestión o metas, muy diferentes a las que teníamos en miras.
Algunos piensan que con eso se logra sobrevivir, nos preguntamos entonces ¿no será que se empieza a morir de a poco, al postergar, cambiar o lo peor de todo enterrar nuestros sueños y sentimientos?. Algunos profesionales de la siquiatría y la sicología opinan que siempre en la vida hay encrucijadas, y tenemos la posibilidad de elegir preservarse con convicción, o sin convicción, todo camino que se tome está lleno de inseguridades y temores (ya que no se tiene respuestas para todo). Hay caminos con sacrificios y coherencia, como caminos fáciles, uno elige. La Razón con la convicción nos ayuda a elegir el camino, nadie es despersonalizado, se dejan despersonalizar, anulan la razón-convicción y se dejan llevar. El pensamiento tiene que estar en todo de acuerdo con la razón-convicción, asumiendo con coherencia sus propias decisiones. El hombre no es víctima, no es espectador, es actor de su propia existencia. Nadie se arriesga si no está convencido, si no está de acuerdo con lo que hace, solo las marionetas son manipuladas, hay personas que por su propia decisión no quieren ser personas, sino marionetas. Así la sociedad este muy hipercomunicada o incomunicada, el concepto de felicidad no cambia.
La razón con la convicción siempre tiene respuestas, la pregunta es ¿se puede vivir con razón pero sin convicción? Y nosotros nos preguntamos ¿no será que a la vuelta de la esquina la VIDA nos pasara la factura?, y que en ese momento, la RAZÓN no tendrá respuestas ni justificativos, o a lo mejor nos dirá YA ES TARDE, VOS ELEGISTE.
* Profesor de Derecho Constitucional, Derecho Procesal Constitucional y Derecho Parlamentario- Facultad de Derecho Universidad Nacional de Córdoba; Diputado Nacional –mandato cumplido-Presidente de la Comisión de Comunicaciones e Informática de la Cámara de Diputados de la Nación (periodo 2016-2019).
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