“Me hago eco de tantos y tantas que te invocan y claman por tu soberano auxilio”, afirmó el obispo de Catamarca en su saludo final, en el que anheló que este año se concrete la beatificación de Esquiú
Miles de fieles vivieron este domingo desde sus hogares la procesión solemne en honor de Nuestra Madre del Valle, enmarcada en el cierre del septenario por el 130° aniversario de la Coronación Pontificia de la Sagrada Imagen, en este año dedicado a contemplar a San José y a Fray Mamerto Esquiú.
Por tercera vez consecutiva, la devoción a la Virgen Morenita se vivió con intensidad desde los hogares, a través de la transmisión de los medios de comunicación social y de las redes sociales, debido a la pandemia, que obligó nuevamente a realizar este acto público de fe sin la presencia de fieles. Incluso sin la presencia del obispo de Catamarca, monseñor Luis Urbanc, aislado preventivamente por ser contacto estrecho de caso de Covid 19, quien acompañó este momento con su mensaje final a través de un video.
En una tarde soleada, el homenaje virtual comenzó diciéndole a la Madre: “Aquí estamos, Reina del Valle, queremos ser las perlas de tu corona”.
Minutos antes de las 17, la imagen de San José fue llevada hasta el Paseo de la Fe, precediendo la salida de la imagen cuatro veces centenaria de la Virgen del Valle de su santuario, en brazos del vicario general, presbítero Julio Murúa, acompañado de los diáconos, y escoltada por la Guardia de Honor de los Bomberos de la Policía de la Provincia.
La Cruz procesional inició la marcha, seguida por un puñado de sacerdotes de la diócesis y otros visitantes, y diáconos, a raíz del estricto protocolo.
Estuvieron presentes el gobernador de Catamarca, licenciado Raúl Jalil; el intendente de San Fernando del Valle de Catamarca, doctor Gustavo Saadi; el presidente provisorio de la Cámara de Senadores, profesor Oscar Vera; y representantes de la Justicia Provincial y de las Fuerzas de Seguridad Provincial y Federal.
Integrantes de la Brigada contra Incendios Forestales y de Defensa Civil -con sus coloridos uniformes amarillos y anaranjados- tuvieron el privilegio de llevar en sus hombros a la patrona de Catamarca, en el inicio de la procesión, siendo luego relevados en el trayecto alrededor de la plaza 25 de Mayo, sucesivamente, por miembros de la Guardia de Infantería y Grupo Kuntur de la Policía de la Provincia, Policía Federal y Servicio Penitenciario Provincial.
Mientras la imagen mariana avanzaba, se fueron desgranando los misterios del Santo Rosario, pidiendo por las intenciones que llegaron a través de las redes sociales, especialmente por quienes están sufriendo en sí mismos o en sus familias la pandemia. Plegarias que fueron matizadas con las canciones interpretadas por el Ministerio de Música Yanai. También se rezó la oración por la beatificación de Fray Mamerto Esquiú.
Tras una hora de caminata, cuando la imagen de la Virgen arribaba a la esquina de Sarmiento y República, se vivió una emotiva escena al ver a Cristo Sacramentado ir hacia su Madre y su padre adoptivo. Llegando al Paseo de la Fe sonaron las campanas, cuyo sonido se confundía con vivas y aplausos.
Una reflexión testimonial
En el saludo final, hecho llegar a través de un video, Monseñor Urbanc recordó que en estas fiestas se conmemoran los 130 años de la coronación pontificia de la sagrada imagen de la Madre del Valle, “la que tanto bien hace mirar y contemplar, pues en ella podemos sumergir nuestros pensamientos y confiar los sentimientos más profundos del corazón. Tenemos la confianza que nos comprendes, escuchas e intercedes por nosotros ante Dios, nuestro Padre y Señor”.
“Muchas gracias por estar junto a tu pueblo, junto a tus hijos e hijas, junto a los más necesitados, junto a los niños y ancianos, junto a sanos, enfermos y moribundos, junto a los seminaristas, consagrados, consagradas, diáconos, sacerdotes y obispos, junto a quienes fungen el servicio de la autoridad en nuestra sociedad a través de los tres poderes, junto con los médicos y personal de enfermería que tanto se vienen entregando en este largo año de pandemia, junto con los servidores del orden, junto con tantos empleados en diversos ámbitos de trabajo, junto con los docentes que se prodigan para mantener viva la educación de nuestros niños, adolescentes y jóvenes, y junto con nuestros queridos papás y mamás abrumados por tantas tareas, limitaciones y necesidades”.
“A todos, querida Mamá Achachita, danos la gracia de crecer en fe, esperanza y caridad; que todos anhelemos la santidad como la trabajó nuestro querido fray Mamerto Esquiú; que tengamos la dicha que este año se concrete el rito de su beatificación al que nos estamos preparando con mucho entusiasmo y expectativas”, sostuvo.
En relación con su ausencia en estas celebraciones, el prelado manifestó: “Tú sabes que no pude participar presencialmente en este septenario debido a tener que estar aislado por contacto estrecho. Estos días estuve rezando por tantos hermanos y hermanas que estuvieron, están y estarán en la misma situación. Al vivirlo uno comprende mejor al que lo padece y se percata de lo que pasa por la mente y la interioridad del aislado, contagiado y de los que cuidan. Las horas se vuelven eternas, los miedos y dudas angustian, la soledad se vuelve cruel, pero están los vecinos, conocidos, amigos y personal de salud que te alientan y se interesan por tu bienestar”.
El poder rezar con más tiempo y sin apuro me ha hecho mucho bien. La oración y, sobre todo, el estar frente a Jesús sacramentado, serena el espíritu. La celebración de la Santa Misa ofrecida por los enfermos, moribundos y difuntos, reconforta el alma y acerca el cielo a la tierra”. Y agregó: “Todos tus devotos sabemos que estás muy cerca nuestro en estas horas difíciles y que nos acompañas como lo hiciste con tu Hijo Jesús cuando le llegó la hora de padecer, morir y resucitar por nuestra salvación”.
Dirigiéndose a la Virgen, Monseñor Urbanc manifestó: “Te pido, desde lo más profundo de mi corazón, que nos consigas de parte de tu Hijo Amado la gracia de tener paciencia, de tratarnos bien los unos a los otros, de confiar más en Dios, de sabernos cuidar al estilo de tu querido esposo San José, de purificar nuestra escala de valores tanto en lo personal como en lo social, de mirarnos cada uno muy adentro y de reconocer aquello que no condice con nuestra dignidad de bautizados para lograr una profunda purificación a la luz de la Palabra de Dios, de la fuerza renovadora de los Sacramentos y del ejercicio de una caridad auténtica”.
“Gracias… Gracias… Gracias, querida Morenita del Valle, por estar y acompañarnos con tu mirada tierna y silenciosa desde tu camarín y desde tantas imágenes que pululan a lo largo y ancho de la provincia y la nación, en nuestros hogares, grutas, caminos, colgantes, mantos, estampas, etc. Con lágrimas en los ojos y con la voz entrecortada me hago eco, una vez más, de tantos y tantas que te invocan y claman por tu soberano auxilio, pues, jamás se oyó decir que alguno que haya recurrido a Ti, haya sido desoído o abandonado. Tú siempre nos alcanzas la gracia que necesitamos, aunque a nosotros nos parezca que nada recibimos. Pero estoy convencido de que el mejor regalo que a diario recibimos es tenerte por Madre, Reina e Intercesora ante la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, a quien sea la gloria, la gratitud y la alabanza por los siglos de los siglos. Amén”, concluyó su saludo el pastor diocesano.
Al finalizar el mensaje del obispo, el rector del santuario y catedral basílica, Presbítero Gustavo Flores, leyó las condiciones previstas para la Bendición Papal, con indulgencia plenaria en la forma acostumbrada por la Iglesia, a los presentes y a quienes siguieron esta celebración a través de los medios de comunicación social y de las plataformas digitales.
Seguidamente, el Vicario general de la diócesis, Presbítero Julio Murúa, impartió la bendición con el Santísimo.
Luego se entonaron las estrofas del Himno Nacional Argentino y el Himno a Catamarca, interpretados por la Banda de Música de la Policía de la Provincia, tras lo cual se concretó el izamiento de la Enseña Nacional, ubicada en la Plazoleta de la Bandera del principal paseo público de la ciudad capital.
El “Adiós, Reina del Cielo” resonó con fuerza mientras la imagen sagrada era conducida hacia su Camarín, donde permanecerá hasta las próximas fiestas de diciembre en que bajará una vez más para colmar de bendiciones y recibir el amor de sus hijos.
Expresó Mons. Luis Urbanc, quien acompañó esta celebración eucarística a través de su homilía -leída por el Vicario General-, a raíz de su aislamiento preventivo por caso de Covid 19 en la sede episcopal.
Misa solemne matinal
El domingo por la mañana se celebró la misa solemne, en la última jornada de las fiestas en honor de Nuestra Madre del Valle, que fue presidida por el Presbítero Murúa y concelebrada por sacerdotes del clero catamarqueño y algunos visitantes, con la presencia de fieles según lo permitido por el protocolo sanitario.
Monseñor Urbanc envió su homilía, que fue leída por el vicario general, en la que se refirió a la situación sanitaria que nuevamente obligó a celebrar a la Madre del Cielo, “no como nos hubiera gustado, pero sí como Dios ha permitido que sucediera”.
“Quedará grabada en nuestra memoria la atípica celebración, conmemorando los 130 años de la Coronación Pontificia de esta sagrada imagen, que se nos viene haciendo esquiva, por tercera vez consecutiva, para venerarla y contemplarla de cerca, confiándole, a través de ella, a nuestra Madre Santísima todas las vivencias alegres, tristes y dolorosas, que hacen a nuestro peregrinar hacia la Morada Eterna”, expresó.
Monseñor Urbanc invitó a pedir, como dice el papa Francisco, “la gracia de creer que Cristo está vivo, ¡ha resucitado!. Ésta es nuestra fe, y si nosotros creemos esto, las demás cosas son secundarias. Ésta es nuestra vida, ésta es nuestra verdadera juventud. La victoria de Cristo sobre la muerte, la victoria de Cristo sobre el pecado. Cristo está vivo. ‘Sí, sí, ahora recibiré la comunión’. Pero cuando tú recibes la Comunión, ¿estás seguro de que Cristo está vivo ahí, ha resucitado? ‘Sí, es un poco de pan bendecido’. No, ¡es Jesús!…¡Cristo está vivo, ha resucitado! Y, si nosotros no creemos esto, no seremos nunca buenos cristianos, no podremos serlo’”.
“Querida Madre del Valle -imploró Mons. Urbanc- ayúdanos a encontrar la Presencia de Jesús Resucitado en el tesoro de las Escrituras, íntimamente unida a la Tradición Apostólica que nos las explica para que las comprendamos correctamente, integralmente, y que podamos encaminar nuestras vidas detrás de Él”.
“Que sepamos aceptar la cruz como parte del plan de Dios Padre y como camino necesario para llegar a la resurrección. Que busquemos en las Escrituras Sagradas las luces que iluminen nuestros miedos, dudas y oscuridades. Que sepamos cuidar nuestros cuerpos como templos del Espíritu Santo, pues tienen un destino de resurrección, como el de Jesús. Que lo recibamos y cuidemos como un regalo maravilloso de Dios, destinado, en unión con el alma, a expresar plenamente la imagen y semejanza de Él, aquí y en la eternidad”, agregó.
Antes de la bendición final, se rezó la Oración por la Beatificación de Fray Mamerto Esquiú y la consagración a la Madre del Valle, a quien se alabó con el canto interpretado por el Coro de la Catedral Basílica.+
» Texto completo de la homilía
Fuente: AICA