Después de transitar un ciclo lectivo 2020 muy difícil y diferente, en el cual las experiencias no alcanzaron, donde reinó la incertidumbre, la necesidad de adaptarse a lo desconocido, de aprender, desaprender y reaprender… y tantas otras cosas más; pero al fin estamos de vuelta.
Volvimos a dar clase en las aulas, nuestro espacio, nuestro lugar, el cual es testigo fiel de ese vínculo especial y lleno de magia que se construye entre el maestro y el alumno y que más allá de respetar todo protocolo para cuidarnos, el poder estar cerca, manteniendo la distancia, el poder mirarnos a los ojos y reconocernos aun portando un barbijo, es el reflejo puro de estar felices por ese reencuentro tan deseado.
Pero volver también implica resolver un montón de situaciones que surgen en el día a día y atender dudas, inquietudes e intentar dar respuestas a tantos interrogantes tales como: ¿Qué es importante enseñar y aprender ahora? ¿Cómo se puede enseñar y aprender de esta forma? ¿Qué saberes y actividades priorizar? ¿Cómo planifico?.
Es tiempo de poner en práctica todo lo aprendido y construido, de rediseñar los proyectos y los acuerdos institucionales, de seguir reflexionando juntos como comunidad, cerca de esos interrogantes que nos interpelan buscando dar respuesta a tantos desafíos que hoy más que nunca debemos enfrentar como profesionales competentes de la educación, para acompañar a cada familia en esta nueva modalidad de enseñanza, a nuestros niños que después de un ciclo lectivo tan distinto, este año volvieron cargando en su mochila no solo útiles escolares, muchos con alegría, inquietos y curiosos por aprender y algunos con miedo, ansiedad y rutinas olvidadas.
Como docente y formadora de docentes creo fundamental generar espacios de trabajo colaborativo, nuevas oportunidades donde podamos recrear y repensar la educación, mirar en retrospectiva y sacar conclusiones. Animarnos a darle un giro atendiendo a las demandas y necesidades de un contexto actual que pone en jaque lo instituido.
Sabemos que toda crisis produce transformaciones, nos obliga a salir de la zona de confort y animarnos a tomar decisiones importantes, las cuales no deben ser individuales, sino colectivas, todos debemos poner nuestro mayor esfuerzo, comprometernos en un posible cambio, en el cual el eje principal sea corrernos de nuestras propias prácticas pedagógicas para poder autoevaluarnos y analizarlas desde otras perspectivas para poder aprender a enseñar atendiendo las necesidades y demandas que hoy buscan una atención más significativa. Solo así se podrá dar cuenta que lo vivido nos movilizó, dejándonos una enseñanza, más allá de los pro y de los contra.
Qué importante es fomentar el desarrollo integral de la persona, y que para favorecerlo debemos trabajar de forma conjunta lo cognitivo y lo emocional, ya que muchos de los problemas de aprendizaje se relacionan con bloqueos emocionales. Nuestros estudiantes necesitan más que nunca conocer, identificar y diferenciar sus emociones y poder gestionarlas para sortear los obstáculos que se les presentan, para que sus reacciones y decisiones sean las correctas, para que los vínculos y relaciones que establecen sean saludables, para que se animen a decir no, sin sentir miedo ni culpa.
El desarrollo de la resiliencia de nuestros estudiantes, entendiéndose como la capacidad universal que permite la adaptación o recuperación frente a una situación adversa, los ayuda a lograr autonomía, mantener la calma, aceptar la realidad, ser empático y responsable, a saber, manejar las emociones, a mejorar su aprendizaje y habilidades sociales y de comunicación, a poder resolver problemas positivamente, evitando la ansiedad y la baja autoestima.
Si queremos en nuestras aulas alumnos resilientes, debemos dar el ejemplo, ser docentes resilientes, positivos, participativos, dinámicos, afectivos que comuniquemos de forma asertiva, que cultivemos la paciencia, que nuestras propuestas de enseñanza ofrezcan actividades que fomenten la creatividad, que fortalezcan la autoestima, que generen espacios de comunicación y confianza, ambientes gratos para colaborar en la superación de episodios adversos.
Diversas metodologías y estrategias nos permiten afrontar esta nueva bimodalidad, para optimizar los tiempos, personalizar las clases, trabajar con aprendizajes activos dentro de aulas diversificadas, y para mantener la motivación de los niños, ya que el interés es clave en el aprendizaje.
Nuevos conceptos nos convocan a la capacitación permanente para guiar y ser el andamio de estos nuevos procesos de enseñanza y aprendizaje de todos y cada uno de nuestros estudiantes, ya que es único y diferente para cada persona.
Entonces este año lo principal es hacer foco en como están, como se sienten nuestros alumnos, para poder desde allí brindarles las herramientas necesarias para que construyan sus saberes, partiendo de lo que si saben, si tienen y si pueden y también implementar esta nueva propuesta pedagógica, el aula invertida que genera mayores y mejores aprendizajes en donde los estudiantes utilizan el tiempo fuera de la escuela para aprender o adentrarse en un tema y el tiempo del aula se emplea para debatir, resolver problemas y trabajar en grupos.
Todas las decisiones pedagógicas didácticas que se evalúen, se elijan y se ejecuten serán valiosas, pero siempre teniendo muy claro que es nuestra responsabilidad como docente que todos y cada uno de nuestros estudiantes aprendan, respetando su ritmo, su modo, sintiéndose cómodos, tranquilos, demostrándoles que se los entiende y que se reconocen sus intereses y necesidades, esto nos permitirá llevar a cabo nuestra tarea de forma eficaz para garantizar la calidad de la educación.
Lic. Ana Monsu Wassan
Docente de grado
Profesora de Práctica Docente
Psicopedagoga
Abril 2021 – Instituto Superior Santa Inés