Con el viraje brusco hacia la virtualidad que transformó obligadamente el devenir diario de la educación en la Argentina y en todo el mundo, vale la pena explorar cuál había sido el uso de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) en el ámbito escolar antes de la llegada del Covid-19.
Si bien la escuela ha ido incorporando el uso de tecnología e internet tanto a la currícula como a las aulas, lo ha hecho muy tímidamente y a una velocidad que no se condice con la velocidad, pero sobre todo con la penetración, que la tecnología y las innovaciones tienen en la sociedad, sobre todo en los niños y adolescentes.
Los últimos datos disponibles que nos permiten analizar cuál había sido el uso de la computadora en la escuela, provienen del operativo Aprender, en el que se les consultaba a los estudiantes sobre el lugar y la frecuencia de uso de las TIC. Los resultados no son muy alentadores. El sistema educativo presenta una primera diferenciación, que tiene que ver con el ámbito donde mayormente se utilizan las TIC. La experiencia del sector estatal se basa en el uso de las TIC en el aula (por los planes que buscaron darle una computadora a cada estudiante); en el sector privado predomina el uso en laboratorios de informática.
Un análisis de esta información (https://bit.ly/3itJqVT) revela que el uso frecuente de las TIC no se asocia a mejores logros educativos ni en matemática ni en lengua. Cuando se trabaja con TIC en el aula, el uso frecuente de la computadora es contraproducente para el desempeño, sobre todo en el sector estatal. Los jóvenes que declaran utilizarla más a menudo tienen desempeños significativamente menores que quienes declaran nunca hacer uso de las TIC, tanto para matemática como para lengua. Y quienes solo las utilizan alguna vez en el año tienen mejores resultados que quienes nunca lo hacen. En el sector privado, los resultados son similares para matemática, mientras que en lengua se observa una ventaja en el desempeño asociada a un uso mayor de tecnología en el aula. Cuando el trabajo con TIC es en laboratorios de computación, sobre todo cuando es frecuente, se asocia a una mejor performance académica para ambos sectores de gestión y ambas materias.
Estos resultados (y los siguientes) se verifican aislando los efectos que puedan venir por variables como el género del estudiante, el nivel socioeconómico (NSE), el ámbito urbano o rural, la jurisdicción, la tenencia de computadora en la casa, y características del estudiante, como su trayectoria escolar y su autoconcepto respecto de las materias.
Más allá del método (aula o laboratorio) y la frecuencia de uso, importan también cuáles son las actividades propuestas para el uso de la tecnología, y si colaboran en los aprendizajes, dado que la incorporación de TIC se realiza no solo para renovar y “aggiornar” las actividades escolares, sino por la posibilidad que ofrecen de incorporar metodologías innovadoras y más atractivas, significativas y afines a los intereses de los estudiantes.
Los datos indican que solo dos actividades se observan asociadas con mejores rendimientos: la producción de textos y documentos, y el trabajo en colaboración con otros compañeros. Para las otras actividades los resultados son mixtos (hacer cálculos, resolver problemas, o escribir un programa informático).
Algo que sí aparece muy significativa y positivamente correlacionado con los logros educativos de todos los estudiantes, pero especialmente de los del sector estatal, es lo que podría denominarse educación tecnológica en casa, relacionada con la práctica frecuente del uso de la computadora o el celular para leer artículos y libros digitales, buscar información para la escuela y estudiar temas para la escuela. Es decir que contar con computadora, celular y conectividad en el hogar es importante y ayuda al rendimiento escolar.
En resumen, el acercamiento a las TIC, tal cual venía siendo planteado hasta ahora, no parece ayudar a un mejor desempeño académico. La experiencia de la computadora en el aula aparece como contraproducente en su uso frecuente, y solo se observa asociado a mejores logros cuando el trabajo con TIC es espaciado en el tiempo.
Según Hattie and Yates (2013), los mejores resultados se obtienen cuando se incorpora la tecnología para extender el tiempo de práctica, profundizar los conocimientos, darle al estudiante la posibilidad de seguir su ritmo, y cuando se la usa como herramienta de aprendizaje colaborativo, característica que cobra relevancia en este contexto.
El informe de PISA (2015), que analiza esta misma problemática para los países de la OCDE, encuentra resultados similares a los de esta nota, tanto en lo que hace a la baja performance asociada a los jóvenes que hacen uso frecuente de TIC en el aula, como en los resultados mixtos entre desempeño y frecuencia de actividades específicas con TIC. Entre las posibles razones detrás de esta evidencia, el informe argumenta que la tecnología puede distraer en los momentos en los que se necesita más concentración y atención, irrumpiendo en la interacción profesor-alumno y en la dinámica colaborativa entre compañeros.
Entonces, ¿hay experiencias exitosas? La respuesta es sí. Uno de los últimos documentos del departamento de educación del BID (2020), que repasa y analiza las prácticas de países como Uruguay, Finlandia o Corea del Sur, exitosos en la introducción de la tecnología en la educación, destaca que los mismos fueron guiados por una reforma integral del sistema educativo, dentro de la cual la incorporación de la tecnología se sumaba a nuevas formas de aprendizaje y enseñanza, y a la capacitación continua de los maestros y profesores.
Los resultados observados con respecto a cómo estaba planteada la educación para el uso de la tecnología en el país, indican que se necesita una vuelta de tuerca, un nuevo enfoque que colabore fehacientemente en la adquisición de las capacidades necesarias para el mundo del siglo XXI. Para apropiarse de las ventajas que incluyen las TIC, son necesarias tanto las capacidades que otorga la educación regular como el de desarrollo de las habilidades tecnológicas.
Achicar las desigualdades en la educación sigue siendo, sin embargo, un primer paso indispensable para la inclusión digital en toda su dimensión. Las prácticas que consiguen unir los buenos logros educativos con la incorporación de la tecnología al proceso de enseñanza y aprendizaje, tienen varios puntos en común: la renovación pedagógica integral, la capacitación y formación de los maestros, objetivos claros a alcanzar con el uso de la tecnología y procesos de seguimiento y evaluación continua basada en la evidencia, que permitan monitorear que los objetivos de aprendizajes se están alcanzando.
Fuente: La Nación