Desde el primer momento, la pandemia de Covid-19 generó cambios en la educación. Los padres se convirtieron en maestros, las aulas en pantallas y los recreos en momentos solitarios. Melina Furman, profesora de la Universidad de San Andrés e investigadora del CONICET, explicó que el aislamiento social fue un punto de inflexión y que ciertas cuestiones vinieron para quedarse, otras se modificarán a lo largo del tiempo.
“Lo importante es que los chicos tengan un espacio donde poder trabajar en conjunto, donde puedan desarrollar la curiosidad y resolver problemas. Necesitan aprender a aprender, saber planificar y auto evaluarse”, dijo y aseguró que esta es la “llave del aprendizaje”.
Asimismo, aseguró que los cambios constantes del mundo van a seguir ocurriendo y que está en cada chico tener la “creatividad y rapidez para responder”. “La educación del futuro va a tener un híbrido. Va a combinar lo mejor de los dos mundos”, explicó, y agregó que todo depende de las edades de los chicos.
Por una parte, los menores “seguirán necesitando de la presencialidad”. “A medida que se van haciendo más grandes, los híbridos comienzan a tener un rol muy potente. Da flexibilidad y se puede personalizar el aprendizaje”, explicó, y agregó que el tiempo “cara a cara” se va a utilizar para cuestiones más productivas como “para despejar dudas o debatir”.
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“Los chicos deben desarrollar la capacidad para discernir, entre la lluvia de información, si es confiable o no, deben saber por qué eligen una cosa u la otra”, dijo. Para ella, los docentes deben ir más allá de la “información fáctica”, los alumnos tienen que poder analizarla y relacionarla con otros aspectos. “No es recitar sino usar el conocimiento para resolver problemas”, aseguró.
Este año, la vida educativa se introdujo a las familias. “¿Qué se hace con las preguntas, inquietudes y curiosidades? Hay que aprovecharlas para investigar juntos. Muchas veces no sabemos las respuestas, pero puede ser un pretexto para explorar”, dijo.
Fuente: La Nación