Para Alicia Medrano (52), el 2020 ha sido uno de los años más difíciles de su carrera docente. “Ha sido un año muy trabajoso”, sintetiza la maestra de la escuela provincial Ricardo Nassif, a la que asisten 315 estudiantes en barrio Argüello Norte, en la ciudad de Córdoba.
Alicia vive a dos cuadras de la escuela y sus alumnos también son sus vecinos, lo que facilitó su decisión de sostener la conexión con la educación de manera personalizada visitando y colaborando con las tareas de los niños en sus propias viviendas mientras las aulas permanecían cerradas por la pandemia.
Alicia está acostumbrada a caminar las calles y a tocar puertas desde que era maestra comunitaria para un programa socioeducativo que ya no está. Con la irrupción del virus, el trajinar fue sin descanso: los niños debían saber que la escuela no los abandonaba, que estaba cerca.
Medrano nació en un pequeño pueblo minero, que ya no existe en la provincia de Jujuy. Cuando quedó huérfana a los 9, al cuidado de su hermana mayor, se escapaba a un convento de monjas claretianas a pasar las tardes. Se encariñaron con ella hasta que, finalmente, por esas cosas del destino, terminó viviendo con la hermana de una de las religiosas en la ciudad de Córdoba.
“Todo lo que soy es gracias a esa familia. Por eso, cuando hablo de los chicos humildes, pobres, me duele el corazón porque me siento reflejada. Quiero buscarlos, tenerlos en cuenta, porque alguien a mí me miró, me tuvo en cuenta y me cambió la vida y eso es lo que quiero hacer con los chicos humildes de esta zona”, dice.
–¿Cómo fue la experiencia de la educación remota?
–Tuvimos que acomodarnos al cimbronazo; es un barrio con muchas necesidades (…). Nos costó un poco.
–¿Qué acceso a internet tienen los niños?
–En el barrio no hay internet para todos (…). La dificultad fue que no todos tenían celular o internet. Fue muy difícil. Desde la escuela decidimos hacer cuadernillos porque la idea era que ningún chico se quedara afuera (…). Tener internet o no tenerlo genera una brecha.
–¿La escuela estuvo abierta todo el año?
–La escuela “tenía” que estar abierta. Al principio no nos podíamos movilizar (…). Entregábamos los cuadernillos cuando venían los módulos de Paicor (…). Aprovechábamos para ver a las familias, hacer relevamiento sobre cuáles tenían celulares y cuáles no. Cuando empezamos a trabajar con WhatsApp, fue una historia difícil: todo fue prueba y error, aprendizaje de parte de la familia y de parte de la escuela (…). Había familias con celulares rotos… Toda una historia de lucha. La idea siempre fue conectarse de algún modo con el niño. Tomé la iniciativa y fui a ver qué pasaba con las familias.
–¿Qué encontraste?
–En nuestro barrio, muchos trabajan de albañiles y mamás en casa de familia. Al no poder salir, no tener fuente de trabajo ni de dónde obtener dinero, también estaban asustados.
–Trabajaron en red con otras instituciones…
–Desde hace mucho tiempo, en el barrio tenemos la Mesa de Organizaciones. Trabajamos en red junto con las otras escuelas, el centro de salud, la radio comunitaria, los comedores y vecinos que aman el barrio y les gusta trabajar y participar en el cuidado de la infancia, de la familia. Yo iba a la casa de una familia y veía que estaban mal, avisaba a la directora, la directora se conectaba con el centro de salud, el centro de salud con la familia. Era un entrecruzamiento de lazos. Siempre lo hicimos, pero ahora es mucho más necesario estar acompañado de otros, porque solos no podemos.
–¿Cuánto aprendieron los chicos este año o cuánto perdieron?
–Yo creo que el año no está perdido (…). Todos hicimos lo mejor que pudimos con lo que se tenía a mano (…). Estamos hablando de aprendizajes, de los padres intentando mediar entre el cuadernillo y el niño (…). En estas circunstancias, los papás se pusieron al frente, las familias nos ayudaron muchísimo. El año no se perdió, se trabajó de otra forma (…). Esto ha marcado mucho la desigualdad.
–¿Cómo definirías el 2020?
–Muy difícil. A mí me gusta estar en el aula. A todos los docentes les gusta estar en el aula porque en la escuela es donde uno tiene este contacto. Eso que sólo se vive en la escuela, de entender al otro (…). Yo camino mucho el barrio, veo a los chicos, saco fotos si no tienen celular o no se conectan, lo subo al grupo de las maestras, les digo “chicas: acá están, les mando para que los vean”. Estamos trabajando cuentos y, como no tienen celular, no los pueden escuchar. Les llevo el celular, escuchamos el cuento, trabajamos un ratito y lo subimos al grupo (…). Este año fue muy difícil estar fuera de la escuela.
–¿Muchos chicos están desconectados?
–Si hablamos de conectados y desconectados mirando el WhatsApp, sería muy injusto, porque ahí hay muchos desconectados. Hemos planificado estos cuadernillos y las visitas, que no sólo las hago yo, sino el equipo directivo y algunas maestras (…). La idea siempre fue no perder el contacto. Desconectados no están porque de alguna forma estamos tratando de llegar (…). Si no hay escuela, estos chicos están abandonados. Tienen falta de todo, (de lo) económico, (de) lo afectivo, y no queremos que les falte un cuento o algo especial (…). Hubo una campaña en otra escuela que buscaba celulares viejos, rotos para arreglar y entregar a las familias. Otra escuela trabaja con una radio comunitaria, las docentes dan clases a través de una radio. Estamos tratando de llegar a los chicos. Ha sido muy trabajoso este año. Nosotros, y creo que todos los docentes, hemos trabajado mucho.
En red. Los docentes de la escuela trabajan en contacto con la Mesa de Organizaciones. Allí hay otras escuelas, un centro de salud, una radio comunitaria, un comedor y vecinos con vocación de trabajo social y comunitario.
Cuadernillos. La estrategia que usaron en el colegio para acercarse a los chicos sin conexión a internet fue llevarles las tareas en cuadernillos impresos. Muchas veces, casa por casa y explicando a los padres cómo ayudar a sus hijos.
El problema de la desvinculación escolar
En pandemia se acentuó la desconexión de alumnos.
Según una encuesta nacional realizada por el Ministerio de Educación de la Nación en agosto de 2020, y estudios de diversas universidades, se estima que 1,5 millones de estudiantes de los distintos niveles se habrían desvinculado de la escuela durante los ocho meses de escuelas cerradas por la pandemia. Las estimaciones podrían ser en exceso conservadoras.
En la provincia de Córdoba, datos oficiales y de fuentes gremiales docentes estarían hablando de una desvinculación que rondaría el 20% en general y que treparía al 30% y hasta el 40% en los sectores más pobres.
Fuente: La Voz