¿Cómo construir el bienestar en tiempos de distanciamiento social obligatorio? ¿Cómo puede ayudar la plasticidad del cerebro para adaptarnos a la nueva normalidad? ¿Quiénes son los que más padecieron el encierro en épocas de cuarentena? El neurólogo Facundo Manes, presidente honorario de la Fundación Ineco, ensayó algunas de estas respuestas en una charla virtual organizada por el Grupo Medihome, frente a un auditorio que superó los 500 inscriptos.
“El cerebro es el órgano más complejo del universo. Hay más conexiones neuronales que estrellas en la galaxia, y si conocemos cómo funciona podemos sacarle el mejor provecho”, dijo Manes a modo de presentación, antes de comenzar a responder las preguntas sobre cómo adaptarnos a esta nueva etapa.
“Antes de la pandemia ya estábamos transitando una nueva revolución industrial, y hoy nos encaminamos a un esquema híbrido en todas las áreas. El contexto post pandemia hará que los cambios se aceleren, pero tenemos que entender que el sistema híbrido llegó para quedarse. Las habilidades que nos hacen humanos nunca van a ser reemplazadas, y este contexto nos obliga más que nunca a superar el miedo a la deshumanización. El médico, el docente, el enfermero, el jefe de nuestra oficina y sus capacidades humanas son irremplazables, pero la tecnología abrió una ventana de posibilidades para aprender y compartir. Todos tenemos que educarnos digitalmente, y eso es posible a cualquier edad, porque el cerebro puede aprender hasta el último día de la vida. No solo podemos, sino que debemos hacerlo para adaptarnos mejor a esta nueva situación”.
“Ya estamos todos agotados”
A los seis días de comenzada la cuarentena, el especialista contó que desde la Fundación Ineco se puso en marcha una investigación para registrar los efectos que provocaba el aislamiento social y obligatorio en la gente, y cuán importante era la plasticidad del cerebro para poder adaptarse al nuevo contexto.
“Hicimos un estudio, que aún continúa, donde participaron 10.000 argentinos de todo el país. Al inicio de la pandemia hubo un incremento súbito en los síntomas de ansiedad; un miedo anticipatorio que se relacionaba con el temor a lo desconocido, con la incertidumbre. Luego, con las distintas prolongaciones de la cuarentena los síntomas se mantuvieron, pero se le sumaron nuevos signos de angustia y depresión. Y hoy ya estamos todos agotados”, reflexionó el médico, autor de varios libros sobre neurociencia.
Los 5 grupos más afectados por la cuarentena
Hacer cosas a las que no se está acostumbrado, como ver a un amigo en la calle y no poder abrazarlo; lavarse las manos cada cinco minutos o tener que usar un tapabocas en todo momento son nuevos hábitos que agotan. “Pero identificamos 5 grupos de personas que son los que llegaron a esta etapa con un agotamiento mayor -precisó Manes-. Ellos son los que experimentaron más frustración, irritabilidad y efectos colaterales como el insomnio. En primer lugar, los jóvenes. La están pasando mal, especialmente los que tienen entre 14 y 25 años, porque el cerebro madura después de la segunda década, y acostumbrarse a este contexto no les resultó nada fácil. En segundo término, están las mujeres. La cuarentena y el asilamiento provocó un aumento del trabajo doméstico que recayó en ellas, también de cuidado y acompañamiento de los hijos en las tareas escolares. Además, se potenciaron los casos de violencia. Luego están los adultos mayores, que ya padecían una epidemia de soledad que ahora se agravó”.
La lista se completa, según Manes, con los que viven en situación de pobreza, un sector de la sociedad que padeció con más fuerza la imposibilidad de salir a trabajar o el hacinamiento, entre otras cuestiones. “Lo que vimos es que la ansiedad y la angustia de la gente no se correlacionaban con las zonas donde el virus circulaba con más fuerza y había más contagios. Donde el nivel de muertes era menor también había altos niveles de ansiedad. Eso es provocado por la sensación de incertidumbre, que afecta lo laboral, la salud y el bienestar diario, más allá de la prevalencia de contagios”.
“Una maratón que aún no terminamos de correr”
Para Manes, la pandemia es “una maratón que aún no terminamos de correr”. Pero el médico cree que más allá de todo el dolor que este año trajo aparejado, una adaptación positiva es posible. “Muchas sociedades desarrollan luego de una situación de desastre la resiliencia, que es la capacidad que tenemos para afrontar un problema y salir fortalecidos. Una forma de superarnos adaptativamente a contextos de adversidad. Las personas que son resilientes logran cambiar el rumbo y sanar emocionalmente. Es muy posible que nos volvamos más altruistas y compasivos. Que el bienestar social cobre más valor que el estatus personal”.
Con respecto a la esperanza que genera en todo el mundo la llegada de la vacuna, el médico se mostró optimista, pero cauteloso. “La vacuna se está aprobando, pero un plan de vacunación que llegue a todos los países demandará todo el año próximo. Ojalá me equivoque, pero creo que vamos a mirar la pandemia para atrás cuando lleguemos al 2022. Por eso insisto en que ahora hay que convivir con menos miedo y más cuidado. El miedo se utiliza también para la coerción social. El miedo nunca tiene que ser nuestra guía”.
Fuente: La Nación