Fernando Onetto, magíster en Educación y Gestión Educativa, compartió algunas herramientas sobre la “educación emocional”, donde la autonomía y la libertad en los procesos de aprendizaje de los niños, niñas y jóvenes son fundamentales.
Soledad Maturano/ Universidad/ Publicado el 26 de mayo de 2022
El término “educación” es, en sí mismo, polisémico: tiene distintos significados y, por lo tanto, perspectivas. En ese sentido, la escuela -como una de las instituciones privilegiadas en el proceso de enseñanza-aprendizaje- está en permanente reflexión sobre sus herramientas, técnicas y formatos. Entonces, si bien no es un enfoque nuevo, en el último tiempo la “educación emocional” se viene destacando y proponiendo incorporar otras posibilidades al modelo educativo.
Para profundizar en esta perspectiva, Unidiversidad dialogó con Fernando Onetto, docente, licenciado en Filosofía por la USAL y en Teología por la UCA. Onetto dijo que no existe una sola manera de comprender la educación emocional y que, por lo menos, la Universidad ha recogido dos de sus versiones.
La primera “considera a la emoción como una dimensión, un aspecto, una cualidad de toda la práctica docente, de toda la enseñanza y del aprendizaje que se realiza en las escuelas”. Es decir, dar el lugar necesario a las emociones en el marco de la escuela: “Hay emociones que provienen de la misma institución: por su organización, por su historia, por sus mandatos; en la escuela se sienten cosas que solamente se sienten ahí”.
Por su parte, la segunda manera de comprender la educación emocional se encuentra más vinculada a la intervención de las emociones: “Para que (niños, niñas y jóvenes) aprendan a sentir de determinada manera, ser más compasivos, más solidarios”. A su vez, brinda técnicas para “ayudar a los vínculos o para controlar emociones excesivamente intensas, porque las emociones tienen esa ambigüedad: pueden ayudar o pueden también ser un desafío, un problema y un obstáculo para aprender y enseñar”.
Esta segunda visión, trata de “dar herramientas de autoayuda emocional”. Si bien Onetto expresó que no es la visión que él elegiría, sí indicó que algunas líneas de trabajo que propone pueden colaborar con aquellas personas que pasan más tiempo con chicos y chicas -por ejemplo, preceptores en la secundaria-. “Allí, alguna de estas técnicas podrían ayudar: respiración, silencio, control de los impulsos”.
Fernando Onetto, magíster en educación, actualmente está llevando adelante el curso “Emociones, pedagogía y didáctica” en las Facultades de Educación y de Filosofía y Letras de la UNCUYO
Movimiento “escuela nueva”
Onettó advirtió que esta perspectiva no es un debate nuevo en nuestro país -ni en el mundo-. Por el contrario, desde el siglo pasado formas de enseñanza y aprendizaje alternativas a las normalizadas se han ido gestando. De esa manera, el antecedente a la educación emocional es un movimiento llamado “escuela nueva”. Según explicó el docente, “es un movimiento cuya intención principal era dar libertad a la expresión del niño y del joven en la escuela: dejar que se exprese, apuntar a la enseñanza hacia una liberación dirigida, orientada en el aprendizaje”.
Ahora bien, las escuelas -con sus problemas concretos de hacinamiento, ausencia de recursos materiales, salarios docentes bajos, etc.-, ¿pueden introducir esta perspectiva o es necesario pensar modificaciones y reformas? El filósofo aseguró que no es necesario revolucionar el sistema educativo. En su lugar, dijo que es posible emprender “un aprendizaje un poco más autónomo, no tan supervisado sin necesidad de hacer una revolución”.
Señaló la importancia de la creatividad, el descubrimiento y el asombro en el proceso de aprendizaje. Al mismo tiempo, mencionó que hubo experiencias interesantes en las décadas del 30 y 40 donde se “conseguía una producción bellísima por parte de los chicos, sin apartarse de los contenidos de las materias y del programa curricular”. Tales experiencias, se dieron en un contexto rural o en zonas urbanas donde “salir” a explorar era más sencillo: “Era muy fácil sacar a los chicos a observar a la naturaleza, reflexionar, investigar, usar la lupa, etc.”
Si bien el contexto actual es distinto, Onetto manifestó: “Todo docente podría preguntarse cómo hacer más expresivo el aprendizaje de los niños, cómo hacer una enseñanza que favorezca esa expresión”. Entonces, si bien no se puede proponer tan fácilmente modificar todo en las escuelas, sí es posible que los y las docentes trabajen en “dar más calidad emocional a las escuelas”.
Didáctica y pedagogía en la educación emocional
La pedagogía es la ciencia o disciplina que estudia y reflexiona sobre la educación, mientras que la didáctica se refiere a las técnicas de enseñanza. En ese sentido, Onetto compartió algunos “parámetros” pedagógicos y didácticos para el desenvolvimiento de la educación emocional.
Indicó que requiere de mucho trabajo porque “hay que hacer un gran trabajo de planificación, hay que diseñar y, desde un punto de vista pedagógico, los recorridos guiados y autónomos son la fuente del conocimiento”. Para comprender mejor la idea, explicó que los chicos, chicas y jóvenes pueden aprender en la “vida cotidiana”.
Un problema de matemáticas puede ser resuelto en la cotidianidad, ejemplificó el docente. Entonces, según esta óptica, se trata de fomentar una educación “que los invite a hacer un desarrollo cooperativo de aprendizaje, donde en grupo resuelvan problemas de matemática y después muestren cómo lo resolvió -o no- cada uno”. En ese sentido, se trata de una práctica docente que brinda mayor “autonomía” y libertad a las infancias en sus procesos de aprendizaje.