El Rol del Docente Hoy
Por: Gabriela Reuter, Profesora en Ciencias Religiosas, Docente de nivel superior INCASUP
La Comisión Teológica Internacional (instituida por Pablo VI como fruto del Concilio Vaticano II), tiene por objetivo crear renovados puentes entre la teología y el Magisterio de la Iglesia. Está compuesta por teólogos de diferentes naciones y son nombrados por el Papa por un período de cinco años.
En marzo de 2018, esta comisión sacó un documento llamado: “La sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia”.
Vale esta explicación para citar un párrafo del último número del documento:
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<<La parresía en el Espíritu que se pide al Pueblo de Dios en el camino sinodal es la confianza, la franqueza y el valor «para entrar en la amplitud del horizonte de Dios» para «asegurar que en el mundo hay un sacramento de unidad y por ello la humanidad no está destinada al extravío y al desconcierto>>
Estas palabras quedan resonando como una especie de mantra que, en cada repetición, revela nuevos matices.
Considerando que vivimos en un mundo de enormes y variadas complejidades de todo tipo y por donde se mire, se percibe bastante desconcierto, extravío y desánimo.
Pienso específicamente en la escuela, cuyo rol primordial, afirman diversos especialistas, parece correrse cada día un poco más. Y pienso en los docentes, atravesados ellos mismos por las encrucijadas sociales por un lado y tratando de responder, por el otro, a políticas educativas que, en más de una ocasión, apenas responden siquiera a una racionalidad basada en el bien común, al menos no constatable en el mediano y largo plazo.
Y si, como no hacerlo, pienso en los estudiantes. Desde hace más de treinta años de docencia.
Y pensando en ellos, los alumnos reales, los niños, las niñas, los y las jóvenes que se encuentran en las aulas cada día, repito una vez más las palabras: “no están destinados al extravío y al desconcierto”… y a la soledad, y al desánimo, y a la desmotivación o el sinsentido.
Será por eso que, no esperando contra toda esperanza, sino que, gestionando con toda esperanza, tantos, muchísimos docentes se van apartando de las prácticas educativas más tradicionales y generan proyectos y procesos creativos, significativos, sustanciales, potentes de humanización, constructores de posibilidades superadoras.
Esos docentes han entendido que a pesar de las periferias existenciales en las que habitan tantos estudiantes, y a pesar de la fascinación, interés o distracción que hoy suponen los dispositivos tecnológicos, los docentes contamos con algo que nunca encontrarán en esos lugares: a nosotros su vida nos importa. Nos importa si comen, pasan frío o algo les duele, si crecen en hogares que les brindan cuidado, afecto, protección, nos importan con la alegría, expectativas y también con las heridas, en ocasiones -triste es decirlo- con la apatía que llegan a las aulas.
Quiero pensar que a la mayoría de los docentes todo eso nos importa.
En este sentido, sin restar importancia a la tarea primordial de la escuela, el rol de los y las docentes hoy, se percibe con otras implicancias, brindando a los alumnos mucho más que conocimiento: confianza en ellos mismos, que puedan descubrir y apreciar su propio valor, que redescubran el asombro y las preguntas que, descubriendo el mundo y sus problemáticas, no anestesien la sensibilidad, que verifiquen que hay múltiples caminos para dejar una huella en él, y que ya hoy, en el tiempo presente, son valiosos y capaces, entre otras enumeraciones posibles.
No es fácil, requiere enormes dosis de empatía, paciencia, motivación y sostener la obstinada convicción de que “hay lugar para entrar todos en la amplitud del horizonte de Dios”.
Dice el Papa Francisco: “Quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien”. Dar más de lo que se toma: esa es la ecuación que nos reconcilia con lo verdaderamente humano.
Por eso, los docentes, al aula, “ese lugar por el que todo circula”, llevan muchas otras cosas además de libros, útiles de geometría o mapas de geografía.
LO QUE TRAEMOS AL AULA
Lo que traemos al aula:
Estrategias de magia y resistencia
Brazos fuertes para acunar tempestades
Suspiros, paciencias obstinadas
Entre una estación y otra: tiempo
Para ver y aprender
Para jugar y alentar
Para trabajar y cuidar que los sueños
Sean más fuertes que la sal de las heridas.
Lo que traemos al aula
Se conjuga en presente y en nosotros
Se destierran soledades y narcisismos
(que es otro modo de soledad)
Se teje una urdimbre
Aromada de encuentros
Se plasman historias, presencias, afectos
Que interpelan, insomnian, primaveran
Y ese espacio de encrucijada nos forja
Nos templa y aquilata.
Viste certezas y desnuda la sed que se alarga
A interrogantes nuevos
Verlo al otro es verlo realmente, detenerse
Morar…sangrar en ocasiones
Y seguir afirmando que vale la pena
Una y mil veces.
Lo que traemos al aula:
Cartografías de vida y de palabras
Ternuras salvadoras de hambres y precipicios
Pequeños fuegos de esperanza abigarrada
Traemos también cansancios, inercias
Mochilas que pesan y desgastan
Por suerte llegan ellos, diversos y ruidosos
A poblar este universo minúsculo del aula
Plantan bandera, sueltan la risa
Y nos rescatan.