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Cuando más arriba es más abajo

Fuente: La Voz del Interior, Lunes 02 de Marzo de 2020 – Ver artículo original

Los pedagogos sostienen que la exposición al conocimiento es garantía de aprendizaje.

El ausentismo suele ser síntoma de varias dolencias. Podría estar relacionado con la falta de compromiso de los adolescentes con la escuela y con la incertidumbre sobre las posibilidades que les dará el estudio. O estar vinculado con un escaso seguimiento y acompañamiento de su entorno familiar, o al grado de expectativa de los padres en la educación de sus hijos. O, también, desnudar dificultades en las estrategias escolares para incentivar y motivar a los chicos. O estar atado a las condiciones de pobreza que obligan a muchos adolescentes a contribuir con la economía familiar.

El fenómeno es multicausal y de vieja data. Las pruebas Pisa 2018 nos confrontan con el dato más cercano, pero las evaluaciones nacionales Aprender muestran desde hace tiempo que la inasistencia está enquistada en la “tradición” escolar.

En los últimos años, según la información que proporcionan los propios alumnos cordobeses, tres de cada 10 faltan a clases más de 18 días al año. Casi un mes o más en un ciclo lectivo.

¿Cómo incide la discontinuidad en el rendimiento? Y, de forma más simple y general, ¿realmente importa la asistencia regular?

Los pedagogos sostienen desde siempre que la exposición al conocimiento es garantía de aprendizaje. Por eso se insiste en cumplir con la ley que obliga a dictar 180 días de clases, que –dicho sea de paso– por diversas circunstancias y aunque se asistan los 180, jamás se cumplen efectivamente.

Las estadísticas confirman a los teóricos: los alumnos con mayor cantidad de faltas al año obtienen peores resultados en todas las materias. Según Aprender, los estudiantes que se ausentan menos de ocho veces al año acreditan un desempeño hasta seis puntos porcentuales superior al promedio y casi el doble por encima de quienes se ausentan de clases con frecuencia.

El informe nacional que analiza los resultados de las últimas pruebas Pisa para el país indica que la diferencia de puntaje entre quienes cumplen con todas las clases y quienes se ausentan es de 35 puntos, según la escala de la Ocde. El dato cobra sentido cuando se explica que una diferencia de 40 puntos equivale a un año de escolaridad. En este caso, aquellos que faltan de manera habitual estarían un ciclo lectivo completo en desventaja.

Quizá la evidencia sea más concreta cuando se observa el mapa internacional. En las pruebas Pisa, los países en la cúspide de la tabla de desempeño son los que se ubican a la cola del ranking de los alumnos impuntuales o faltadores.

La Argentina –en los puestos más bajos en las tablas de rendimiento– aparece en los primeros lugares a la hora de contabilizar el ausentismo y la falta de puntualidad.

Más gráfico aún: mientras el 43,8% de los alumnos argentinos faltaron a clases las dos semanas previas a la evaluación y se ubicaron por su desempeño entre los últimos 15 países (entre 79), el porcentaje de estudiantes chinos (de Beijing, Shangai, Jiangsu y Zhejiang) que no asistieron a clases –pero son los primeros en Matemática, Lengua y Ciencia– fue del 1,2%.