“La pobreza es un escándalo en un país tan rico”, aseguró monseñor Carlos José Ñáñez, arzobispo de Córdoba; una verdad incómoda para los gobiernos en una nación riquísima en recursos naturales y humanos.
Aunque cultiva un perfil bajo tomando distancia del protagonismo, en sus homilías siempre se pronuncia sobre temas actuales, moviéndose entre lo teológico y lo político, social y económico. “Hay que superar las instancias de dádivas humillantes”, sostiene, pero lo dijo en 2007. Hoy se muestra igual o más preocupado por la situación de la Argentina que tiene casi 18,6 millones de personas pobres.
Náñez dialogó con LA VOZ DE SAN JUSTO antes de su visita a nuestra ciudad, el día lunes, donde presidirá a las 20 la misa en la Catedral en honor a San Francisco de Asís en su día y en el marco de los 60 años de la diócesis local.
Crítico de los políticos, aunque sin confrontar en términos de poder, y muy informado, expresó: “A veces se dice que la Iglesia fomenta la economía del pobrismo, pero de ninguna manera esto es así” y puso como ejemplo la obra del santo Cura Brochero.
También habló de su legado tras presentarle al Vaticano su renuncia luego de más de 22 años de misión al frente en la segunda jurisdicción eclesiástica más importante del país. Será el Papa Francisco quien designe un sucesor.
-Llega a nuestra ciudad en su fiesta patronal en honor a San Francisco de Asís, y en tiempos convulsionados como el que corre actualmente su legado parece más vigente que nunca.
Es una inspiración muy particular y oportuna. A mí, personalmente me impresiona siempre San Francisco de Asís por su devoción al momento del nacimiento de Jesús, del Misterio de la Encarnación y el pesebre y también su atención especial al momento culminante de la misión de Jesús, su ofrenda en la cruz y el calvario, son dos momentos fuertes que orientaron su vida cristiana, además de la fraternidad y el cuidado de la Creación.
– Ud. siempre deja mensajes fuertes en sus evangelizaciones. Se ha pronunciado sobre temas delicados dando la mirada de la Iglesia católica ante los problemas sociales y en tono crítico. ¿Qué evaluación hace sobre lo que pasa hoy?
Nuestra labor nos permite percibir el momento que se vive y reflexionar sobre a qué nos desafía esa realidad. Siempre tiene que haber una relación entre el evangelio que escuchamos, la palabra que proclamamos y los escenarios que nos tocan. Hoy son escenarios muy difíciles, por ejemplo, la pobreza, que por sus altos índices es un escándalo en un país tan rico. No se puede concebir cómo un país que puede alimentar a 400 millones de personas tenga tantos niños desnutridos o abuelos sufriendo. ¿Cómo es posible que en una patria con tantos bienes haya tantos necesitados? No es que falten recursos, sino que algo estamos haciendo mal como sociedad y como Estado. La pobreza es un escándalo y todos somos responsables, hay quienes más, otros menos.
-Llegó a calificar la corrupción como el otro virus que sufre la Argentina, tan o más grave que el covid.
Hay que rechazar la corrupción, en cualquiera de sus formas. Es un flagelo que perjudica y afecta a todos, pero sobre todo a los más débiles. Es un tema muy serio como así también la impunidad. En 1997, participé de una convocatoria de todos los obispos de América y una de las cuestiones que se planteó era que la corrupción es una realidad, pero algo más grave es la impunidad, porque si quien obra corruptamente no tendrá ninguna consecuencia, esto animará la corrupción. Además de la sanción legal, también es importante la sanción social. Los argentinos a veces festejamos la “viveza criolla”, el saber “zafar” y eso es una manera de favorecer la impunidad que alienta la corrupción. Debe haber una decidida voluntad social de oponerse a la corrupción. No hay que permitir que la conciencia colectiva ante la corrupción se adormezca, la naturalice.
-Ud. tiene diálogo con la dirigencia política, empresarial, sindical… ¿les plantea su postura? ¿Ellos lo consultan sobre los problemas del país?
No mucho. Y sí, si lo expreso públicamente, no tengo problema de plantearlo en conversaciones más personales. En general, ellos escuchan el mensaje, luego hay que ver qué hacen.
-San Francisco de Asís es para los católicos un símbolo de la humildad y la modestia, reconocido en el mundo como el defensor de los pobres. ¿Cree que falta humildad en nuestros gobernantes, imitar un poco al santo?
Sin dudas que la elección de San Francisco es muy personal y aparece como un modelo inspirador que cada uno tiene que asumirlo. No necesariamente tenemos que vivir del modo que San Francisco vivió su materialidad, pero sí su inspiración. Es decir, vivir con sencillez y dignamente, y procurar que todos tengan una vida digna. La pobreza que alienta el Evangelio no es la miseria. A veces se dice que la Iglesia fomenta la economía del pobrismo, pero de ninguna manera esto es así. Sí fomentamos vivir en la sencillez, en la austeridad, que todos puedan vivir dignamente y aspirar a un progreso social y económico razonable.
-En sus homilías también dijo que las elecciones son una buena oportunidad para poner en juego nuestra madurez cívica. ¿Cree que se está logrando?
Creo que la madurez cívica al momento del voto va creciendo. Hay que erradicar el clientelismo y sufragar según nuestras propias convicciones y discernir entre las distintas propuestas. Debe primar la responsabilidad para elegir con cuidado quiénes van a gobernar los destinos del país, nuestra ciudad o provincia. El voto debe ser una acción discernida, libre y responsable.
“Más grave que la corrupción es la impunidad”.
– Economía en crisis, pobreza en alza, no hay plan social ni subsidio posible que pueda sustituir al empleo. ¿Se institucionalizó el asistencialismo como forma de clientelismo electoral?
A veces es necesaria la asistencia. Hay que ayudar a los más postergados a que puedan comer, pero también hay que dar las herramientas e inculcar el trabajo, porque el trabajo dignifica. El esfuerzo hace digna a la persona y a una sociedad.
-Ud. también instó a superar la grieta y procurar el diálogo, el encuentro. ¿Cómo se hace?
Desde lo pequeño, en la familia, con los vecinos, en el trabajo, en donde actuemos. Multiplicar eso y generar una actitud de esperanza que es lo que necesitamos. El desafío es construir juntos algo mejor para todos. Los argentinos estamos siempre perdiendo oportunidades, tenemos que salir de esa pelea, de esa grieta. Una de las cosas más reveladoras y que nos hace pensar, y esto también se lo dije a algunos políticos, fue la beatificación del cura Brochero. Aquello no era solamente un hecho para la Iglesia, era para la sociedad argentina. En una zona de Traslasierra que estaba deprimida y casi aislada, Brochero, con su predicación del evangelio, con su testimonio, logró aunar voluntades y nuclear a las personas tras un objetivo común que tenía una inspiración espiritual, evangélica, pero iba en una misma dirección y resultó que eso benefició a toda la comunidad, porque le dio dignidad. Cómo podía ser que en un lugar tan alejado, casi excluido, surgieran cosas como la Casa de Ejercicios o el colegio de niñas, donde se ofrecía una educación de calidad. ¿Y cómo lo hicieron? Trabajando juntos, de la misma manera que debería pasar con un proyecto de país, haciendo fuerza todos para el mismo lado. Brochero estaba al frente de ese esfuerzo, lo animaba, guiaba y daba el ejemplo. Eso es lo que tenemos que hacer en la Argentina, para no seguir malogrando oportunidades.
-Se pronunció en reiteradas oportunidades sobre aborto, despenalización de la eutanasia o el consumo de drogas, temas que causan división entre sectores y rechazo de la Curia.
La postura de la Iglesia sigue siendo clarísima. Estamos a favor de la vida y de toda vida. Ni suprimirla en el seno de la madre como tampoco acortar la vida como forma de abreviar los sufrimientos. Toda vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Hay que dejar que la vida haga su proceso natural. Respecto al tema del consumo de marihuana, creo que su legalización sería un suicidio social. Tuve la oportunidad de escuchar una exposición del doctor Alfredo Miroli en la que afirmaba que la marihuana provoca daños irreversibles. La ciencia asegura que daña a las personas, lo mismo pasa con el “paco”, que destruye psíquica y físicamente. Entonces, decir “vamos a liberar esto porque ya se está usando mucho y así controlar el consumo”, es equivocado. El daño será peor.
-¿La sanción de la ley que despenalizó y legalizó el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo, fue un punto de inflexión en la relación de la Iglesia y el Gobierno nacional?
No fue feliz la decisión del Gobierno nacional, que es responsable por el daño que puede hacerle a la sociedad y a su conciencia ante Dios. La relación quedó lastimada. No es una cuestión religiosa, es humana. La ciencia dice que hay vida humana desde la concepción y la fe religiosa viene a ratificarlo.
“La legalización del consumo de marihuana sería un suicidio social”.
-¿Qué nos dejará la pandemia?
El mundo será mejor si así lo decidimos. Estoy convencido de ello. Como dijo el Papa Francisco, de las crisis no se sale siendo los mismos, se sale mejores o peores, pero no se sale solo, se sale juntos y esto depende de nuestra decisión. Hay que capitalizar lo aprendido.
-Cumplió 75 años en agosto y tras 22 como arzobispo de Córdoba le presentó al Papa su renuncia al cargo. ¿Cómo sigue su carrera religiosa?
Me comuniqué con el papa Francisco y le pedí que en cuanto sea posible aceptara mi renuncia. Es una normativa eclesial del código de derecho canónico 401, que dice que al cumplir 75 años el obispo debe presentar su renuncia al oficio pastoral y la institución decidirá su continuidad. La ley canónica lo establece pero también me parece que 22 años es un tiempo suficiente, yo no dejo de ser obispo ni sacerdote, sino que brindaré mis servicios desde otro lugar. Quiero seguir predicando, ofreciendo escucha, reconciliación y eucaristía, colaborando en comunidades ya sin las responsabilidades de gobierno pero dedicándome a lo propio de un religioso y acompañando a las personas que requieran ayuda.
-¿Tiene diálogo permanente con Francisco?
Permanente no pero (Jorge) Bergoglio me ha ayudado mucho cuando fue arzobispo en Buenos Aires, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y luego como sumo pontífice. Tengo un aprecio muy grande por él y gratitud. La última vez que lo vi fue en mayo de 2019, en Roma en el marco de la visita ad limina junto a un grupo de 40 obispos. Aunque fue imposible tener un diálogo personal, sí tuvimos una audiencia general con todos los obispos de ese grupo, que fue muy directa, a agenda abierta.
Fuente: La Voz de San Justo